La Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA por sus siglas en inglés), cuenta con una Comisión de Libertad Académica y Derechos Humanos, que en años recientes se ha posicionado contra la violación de derechos básicos de expresión intelectual en nuestro hemisferio. Durante la Guerra Fría, LASA jugó un papel importante en la denuncia de los autoritarismos de la derecha anticomunista que instauró diversas dictaduras militares en toda la región.
A partir de la caída del Muro de Berlín, LASA cuestionó el giro neoliberal en América Latina y el Caribe por medio de una serie de declaraciones críticas contra la desfinanciación de las ciencias sociales, las humanidades y las artes, propiciada por los gobiernos de fines del siglo XX y principios del XXI. Desde entonces la falta de libertad académica se entiende también como un reflejo de la limitación de recursos por parte de los estados y las entidades privadas a la educación superior.
Cuando se consolidaron los nuevos autoritarismos de izquierda en Latinoamérica entre la primera y la segunda década de este siglo, LASA se opuso a las políticas culturales excluyentes de Venezuela y Nicaragua, aunque un poco menos a las de Cuba, un país que por las sanciones que le aplica Estados Unidos, siempre ha contado con amplio apoyo de esa asociación, empezando por el de los muchos profesores e investigadores de origen cubano afincados en diversas universidades del vecino del norte.
En las últimas décadas, LASA ha criticado la negación de permisos de salida de académicas y académicos en casi todos los países gobernados por la izquierda autoritaria, incluida Cuba. De acuerdo con mi memoria y experiencia, puedo atestiguar rechazos de esa asociación a negaciones oficiales de permiso de salida de Cuba a colegas como Emilio Ichikawa, Yoani Sánchez y Alina Bárbara López Hernández, en diversos momentos de los años 90 del siglo XX para acá.
En visiones más polarizadas de la lucha ideológica en nuestra región, como las que por momentos predominan en Estados Unidos, LASA es percibida como una entidad dogmáticamente de izquierda. A veces esa visión se singulariza a partir del estereotipo de LASA como un organismo que promueve el apoyo acrítico a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
No es así, y el último congreso de San Francisco lo prueba. Pero ahora LASA debe enfrentarse, igualmente, a restricciones a la libertad intelectual y académica promovidas por las nuevas derechas gobernantes en El Salvador, Argentina o Ecuador, y a la política antiacadémica del gobierno de Donald Trump en Estados Unidos.
La amenaza de veto a estudiantes extranjeros en la Universidad de Harvard por parte de la administración republicana es la última de las acciones de la Secretaría de Seguridad Nacional, encabezada por Kristi Noem, contra esa prestigiosa institución de Estados Unidos. Donald Trump ve a Harvard como un símbolo del globalismo y busca cercenar su autonomía.