El lunes pasado, las calles del centro histórico de Marsella y otras ciudades del sureste de Francia eran ríos. Casi al mismo tiempo, en la Ciudad de México, se cerraba el Periférico Sur por el renacimiento del río San Ángel. En unas cuantas horas cayeron meses de la precipitación que cae otros años. El cambio climático es sequías e inundaciones, es calentamiento global y heladas repentinas. El cambio climático es caos de los elementos, es la conclusión de 10 mil años de clima moderado, el fin del Edén donde nuestros antepasados inventaron la agricultura, gracias a que anticipaban las temporadas de lluvias.
El cambio climático será genocida para varios pueblos ecuatoriales, para las zonas tropicales que se convertirán en sabanas o, peor, en llanos. En el norte global se amurallarán contra los desplazados climáticos, pero en todo el mundo tendremos que coexistir con emergencias: granizos asesinos, árboles derribados por las ventiscas, lluvias torrenciales con las consecuentes inundaciones.
Sabemos lo que debemos hacer individualmente: evitar comer carne de res asociada al metano, no comprar ropa nueva de modas pasajeras, condenar los jets privados y tampoco abusar de los vuelos comerciales, usar con moderación la IA, entre otras acciones de mitigación. Al mismo tiempo, urge adaptarnos a las nuevas condiciones. Pero no es tan sencillo. La imprevisibilidad de las lluvias hace tentador construir embalses, pero éstos significan la destrucción de ríos y la fragmentación de ecosistemas. Los chilangos vemos, felices, que el sistema de presas Cutzamala está a 74% de su capacidad, lo que significa agua por algunos años. Pero las jefas metropolitanas, Clara Brugada y Delfina Gómez, tienen razón en priorizar la defensa del suelo de conservación. ¡El bosque de agua también retiene el agua, sin arrebatar el territorio a comunidades montañesas, a la flora y a la fauna! Es correcto y valiente que se hayan intensificado los operativos contra la tala ilegal. Esa debe ser la prioridad frente a las sirenas que quisieran ampliar el sistema de grandes represas (no es muy lógico y suena metálico). Mejor seguir promoviendo la cosecha de lluvia en miles de casas. En materia de adaptación al cambio climático, small is beautiful.
El 29 de agosto se cumplieron 20 años del huracán Katrina que destruyó Nueva Orleans. Cualquiera que conozca la historia, sabe que el villano no fue solamente el cambio climático. El huracán mismo no fue el que causó mil 800 muertes, fue la ruptura de los diques de la ciudad. Y, si nos vamos hacia el pasado, la culpable de tantas muertes también fue una política de vivienda racista. El tema ambiental es también político.
Nosotros tuvimos a Otis. Las lecciones son claras. Niñas y niños deben recibir educación en adaptación climática específica, pero no para generarles eco ansiedad, sino para inculcarles el espíritu de lucha y la sed de conocimiento científico que exigen los nuevos tiempos. Recientemente, tuve el honor de ser jurado en el certamen Climatón de la UNAM, donde universitarios de todo el país lanzaron propuestas. Felicidades, jóvenes, y perdón por dejarles así el planeta.