BAJO SOSPECHA

Julieta Fierro: la mujer que nos enseñó a ver el cielo

Bibiana Belsasso. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

El viernes pasado murió una mujer extraordinaria, la astrónoma y divulgadora de la ciencia Julieta Fierro. Una mujer que irradió entusiasmo cuando hablaba del universo y contagió ese amor por el cosmos a miles de personas.

Estudió física y astronomía, y desarrolló una carrera destacada como investigadora en el Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), también fue profesora en la Facultad de Ciencias de la misma institución.

Además de su labor académica, Fierro tenía una forma muy especial de contar la magia del universo. Fue autora de numerosos libros, participó en proyectos educativos y medios de comunicación y fue reconocida por hacer accesibles temas complejos relacionados con la astronomía a todo tipo de público.

Platicar con Julieta Fierro es una experiencia luminosa. Tuve la oportunidad de entrevistarla en su casa al sur de la Ciudad de México. Fue tras el lanzamiento del telescopio espacial James Webb (JWST, por sus siglas en inglés), un observatorio espacial desarrollado en colaboración entre la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense.

Con este telescopio se puede observar el universo en luz infrarroja cercana y media, lo que permite ver objetos muy lejanos, débiles o que están detrás de nubes de polvo interestelar, así como las galaxias y estrellas que se formaron poco después del Big Bang.

A través de este telescopio se pueden obtener imágenes que son distribuidas a los astrónomos para que puedan hacer sus investigaciones.

Julieta estaba feliz de poder utilizar estas imágenes. Así me lo contó.

“Es una felicidad poder hablar de esto que me fascina”. Comenzó a contar cómo, hace más de treinta años, un grupo de investigadores imaginó un telescopio capaz de observar lo más antiguo del universo. La tarea parecía imposible: captar la luz que ha viajado miles de millones de años hasta llegar a nosotros. Julieta lo explica con su sencillez habitual: “La luz tarda muchísimo en viajar, por eso lo que vemos hoy son imágenes de un pasado remoto. Algunas, incluso, como la primera que se mostró al público, vienen de una región donde la luz tardó 600 años en llegar. Era una cuna de estrellas, un verdadero cunero cósmico”.

Con la claridad que la caracterizaba, Fierro nos platicó del origen del universo. “Todas las fuerzas de la naturaleza están ahí: la gravedad, los imanes, la energía del vacío. De ahí nació todo. El universo surgió de una liberación de energía del vacío. Al principio era opaco, como el Sol, cuya luz rebota en su interior y sólo podemos ver su superficie. Pasaron 380 mil años antes de que la luz del universo pudiera viajar libremente hasta nosotros. Eso es lo que ahora captan telescopios como el Webb”.

DE VIAJE A LAS ESTRELLAS

La astrónoma Julieta Fierro en la presentación de su libro Astronomía, ¿Para qué?, en el Museo Yancuic de Iztapalapa, en noviembre de 2024. Foto›Cuartoscuro

Julieta nos dijo cómo ha cambiado la labor de los astrónomos. De Galileo, quien construyó con sus propias manos el primer telescopio, a Herschel, que diseñó instrumentos más grandes, la ciencia avanzó a pasos enormes. En la actualidad, resulta impensable que un investigador “maneje” un telescopio. “Es como pedirte que conduzcas un jet de ultra alta tecnología. Ya no se puede. Se necesitan especialistas que los operen y si están en el espacio, mucho menos. Lo que reciben los astrónomos ahora son datos. Los astrónomos proponemos proyectos —ver la galaxia más lejana, buscar agua en un planeta— y luego llegan los resultados. Lo maravilloso es que, en seis meses, toda esa información se libera a la comunidad internacional y cualquier astrónomo, en cualquier parte del mundo, puede hacer descubrimientos”.

Cuando se le preguntó por la posibilidad de hallar un planeta habitable, la cara se le iluminó. Me explicó que, al pasar un planeta frente a su estrella, parte de la luz es absorbida por su atmósfera. Analizando esa luz, los científicos pueden saber si hay agua, oxígeno, metano o compuestos asociados a la vida. “Uno de los primeros hallazgos del Webb fue un planeta un poco más grande que Júpiter con agua y neblina. Y donde hay agua, en la Tierra siempre hay vida: bajo los hielos, en las profundidades del mar, en cuevas oscuras, incluso en las nubes. Donde hay agua, hay vida”.

Lo que más la impresionaba del James Webb no es sólo lo que revela, sino que funcione. Y lo contó con la emoción de quien ha acompañado la espera durante décadas: “Imagínate, hace treinta años surgió la idea. Veinticinco años atrás se diseñó, veinte después se modificó porque también podría servir para buscar vida en otros mundos, quince años atrás hubo que rediseñar el parasol para que cupiera en la cápsula Ariane… Y luego enviarlo al espacio, desplegarlo, enfriarlo a menos 260 grados, mientras del otro lado recibe 54 grados de calor solar. ¡Es una proeza tecnológica extraordinaria! Por eso hay júbilo mundial: porque está funcionando, está mandando datos, y cada semana recibimos nuevas imágenes”.

Julieta contagiaba su alegría. Hablar con ella es asomarse a un universo donde la ciencia es profundamente humana.

Fierro me contagió su amor y entusiasmo. Salí feliz de esa plática y más en un momento donde es tan dura la coyuntura, que se habla poco de las cosas buenas.

Descanse en paz Julieta Fierro, deja un gran vacío.

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