Doblaje y violencia hollywoodense

Doblaje y violencia hollywoodense
Por:
  • bernardo-bolanos

Me opongo al doblaje del cine adulto. En primer lugar por respeto al séptimo arte. En segundo lugar porque opino que la mixtura de la violencia hollywoodense con la jerga criminal hablada en nuestro país creará un nuevo subproducto comercial que será consumido por los jóvenes y contribuirá a aumentar crueldad y barbarie. Escucharemos a los personajes de Tarantino destripar con frases de narcos mexicanos.

¿Cómo traducir, de la película El guasón, “You get what you fucking deserve!”? ¿Suena más violenta y mexicana usando la palabra “P...”, la “Ch...” o la “M...”? Llámenme “moralista”, pero no más que AMLO y su ingenua idea de usar la Cartilla Moral de Alfonso Reyes para pacificar. Al menos yo cuento con algo de evidencia científica. No existe un consenso sobre la relación entre cine, televisión, videojuegos y violencia; ni hacia un lado, ni hacia el otro. Lo cual supone que tampoco tienen razón quienes niegan enfáticamente todo vínculo.

Se trata de un problema complejo, interactivo, de ida y vuelta. Los crímenes de Jack “el destripador” influenciaron a Bram Stoker para escribir Drácula, como se lee en su prólogo a la edición islandesa. Pero el nuevo modelo literario de vampiro, a su vez, influyó en las mentes criminales reales, no ficticias. La novela de Stoker desbancó la fascinación que aún causaba en el siglo XIX la licantropía. Todavía en 1853, por ejemplo, el “hombre lobo” español Manuel Blanco Romasanta había sido condenado por un puñado de asesinatos y conmutada la pena capital para ser estudiado científicamente. Pero, gracias a Drácula, durante el siglo XX no fueron homicidas “licántropos” sino “vampiros” los que surgieron desde Polonia hasta Argentina, pasando por Irán. Excepto en Alemania, cuna cultural de los hombres lobo, donde asesinos seriales siguieron prefiriendo morder la carne de sus víctimas que beber algo de su sangre.

Aunque los “serial killers” sólo sean causantes del 1% de los homicidios, hay otras mentes desviadas que también necesitan que el arte y la ciencia describan y bauticen los modelos en los que se colocarán: pistoleros hiper sádicos, criminales “artistas”, crueles princesas del narco. Y aunque el alcance del llamado efecto copycat esté a discusión, la alteración de los filmes originales para que sean doblados al español significaría una verdadera importación cultural; la adopción simbólica del “american way of killing”. Hoy al menos existe la sana distancia de la lengua original.

Canadá ha tenido la lucidez de comprender este riesgo y desde la primera versión del TLC negoció y obtuvo una excepción cultural. Ésta es un muro contra las industrias culturales estadounidenses. En México, en cambio, dice el senador Batres que la reciente iniciativa de reforma busca proteger a un gremio. Nos queda la duda si se trata sólo de darle trabajo a los artistas mexicanos del doblaje o, también, de facilitar a los jóvenes el acceso a la subcultura del capitalismo gore del que habla la gran filósofa mexicana Sayak Valencia.