El médico residente y las pandemias

El médico residente y las pandemias
Por:
  • Bernardo Perez

Los médicos en general siempre han estado en la primera línea de batalla contra las mortales epidemias y como resultado, se han infectado de las mismas enfermedades que sus pacientes.

La medicina en México durante el siglo XIX, cuando ocurrió la epidemia de la fiebre amarilla, el cólera y el tifo, que mató a Zaragoza, tenía como pilar fundamental la falta de regulación, la ausencia de programas de especialización y, como techo, el empirismo. Había apenas  escaso entendimiento sobre las medidas de protección para los estudiantes y médicos que les pudiera evitar un probable contagio.

La imagen del médico actual ha evolucionado de entre una mezcla de aprendices empíricos y un número limitado de programas estructurados, hasta la creación del primer programa de “Residencias Médicas” por Billroth, en Viena, donde se le enseñó a médicos europeos y de otros países, que se debe “residir” en el hospital para especializarse en alguna rama de la medicina.

William Halsted, eminente cirujano del siglo XIX, y Sir William Osler, padre de la medicina moderna, después de haber aprendido del mismo Bilrroth, fundaron en el hospital Johns Hopkins, de Baltimore, el primer programa de “Residencias Médicas” de América. México hizo lo propio a cargo del Dr. Gustavo Baz Prada y de don Aquilino Villanueva en el Hospital General de México, al establecer el programa de residencias. La primera fue Cirugía, le siguieron Medicina Interna, Ginecología y Pediatría.

Desde ese momento el residente se ha convertido en el pilar de la atención médica en el país y en el mundo. Sin la existencia del residente simplemente la medicina, como la conocemos actualmente, no existiría.

Pero, el médico residente también es históricamente conocido por ser el más desatendido. Es sometido a “guardias” de al menos 36 horas cada tercer o cuarto día, en malas condiciones de trabajo, enormes responsabilidades laborales y académicas, con un sueldo de apenas entre 12 a 15 mil pesos al mes.

El residente es en este momento la primera línea de batalla contra la pandemia de Covid-19 y también el más descuidado; carece de equipo de protección para prevenir el contagio, en la mayoría de sedes hospitalarias no existe un reajuste de carga laboral y mucho, pero mucho menos, compensación de sueldo o indemnización en caso de enfermar o morir. Habiéndose enfrentado sólo a una pandemia previa, la del VIH, nunca comparable con la velocidad de contagio y el volumen esperado de pacientes infectados, me cuestiono ¿Se está cuidando al cuidador como se debería?

Resulta natural pensar entonces en el residente como un microcosmos de lo que le pasa al mundo, de cómo estamos descuidando a nuestro cuidador, la naturaleza. Se nos olvida lo que en esta ocasión nos recuerda el coronavirus: la ley de responsabilidad mutua, que establece que todos pertenecemos a un sistema y estamos obligados a sentirnos como engranajes de un mecanismo en el que todos dependen de todos.

Al resto de la población se le ha mandado a cuarentena, incluidos los legisladores y personal no esencial en este momento. Pero cuarentena significa, metafóricamente, sentarse y “no hacer nada”. Sin embargo, debe ser un momento de profunda reflexión para todos, de volver a pensar —si es que alguna vez se ha hecho— ¿Qué vamos a hacer de hoy en adelante para cuidar al cuidador?