Bombas de odio

Bombas de odio
Por:
  • rafaelr-columnista

En los últimos días, Nueva York parecía una ciudad sitiada, como en tiempos de la “guerra contra el terror”, hace casi dos décadas. Las alarmas electrónicas, los avisos lumínicos y los desalojos de edificios eran constantes. La presencia policial en edificios céntricos de Manhattan denotaba un clima de inseguridad fuera de lo común. La documentación en los aeropuertos duraba tres horas.

Poco a poco la noticia fue tomando forma: unos diez artefactos explosivos o pipe bombs fueron enviados, por correo, a diversas figuras muy visibles de la oposición antitrumpista: el expresidente Barack Obama, la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, el exvicepresidente Joe Biden, el exprocurador Eric Holder, el exjefe de la CIA John Brennan, la congresista Maxine Waters, el empresario George Soros, el actor Robert de Niro.

 

“No hay dudas de que el envío de explosivos es un acto de odio y amedrentamiento. Las bombas, aunque no exploten, intentan marcar a sus destinatarios con el estigma de objetivos de la violencia conservadora. Cabe siempre la posibilidad de que los ataques sean propiciados por enemigos externos”

 

¿Qué tienen en común todos estos individuos? Sin duda, la crítica frontal al presidente Donald Trump, a sus acciones y su estilo, que ven como negación de la cultura democrática en Estados Unidos. No se trata únicamente de líderes del Partido Demócrata sino de voces de la esfera pública, que identifican en el trumpismo una corriente demagógica y chovinista, que está llevando a ese país al abandono de algunas de sus premisas fundacionales.

El explosivo contra John Brennan fue enviado a las oficinas del Time Warner Center en Nueva York, donde se alojan los directivos y productores de CNN. El inmueble, a un costado de Columbus Circle, tuvo que ser evacuado durante varias horas. La operación, además de dañar a Brennan, buscaba atemorizar a una de las cadenas de televisión, protagónicas en el cuestionamiento al gobierno de Trump.

[caption id="attachment_818523" align="aligncenter" width="1022"] El time warner center en NY, fue desalojado por una alerta de seguridad el 24 de octubre.[/caption]

Las reacciones de la derecha conservadora han ido desde la negación de la existencia de tales bombas hasta la subestimación de su impacto en una sociedad que, desde el 11 de septiembre de 2001, vive una ascendente naturalización del miedo. El propio presidente, en vez de asumir alguna responsabilidad, atribuyó los actos terroristas a los propios grandes medios liberales que, a través de fake news, alimentan el odio.

No hay dudas de que el envío de explosivos es un acto de odio y amedrentamiento. Las bombas, aunque no exploten, intentan marcar a sus destinatarios con el estigma de objetivos de la violencia conservadora. Cabe siempre la posibilidad de que los ataques sean propiciados por enemigos externos o por actores irracionales, pero todo apunta a un operativo de intimidación de sectores radicales de la derecha norteamericana.

Si es así, la responsabilidad de Trump y de los publicistas ultraconservadores resulta innegable. El constante asesinato de la reputación de líderes y medios liberales, se traduce como odio en las bases sociales extremistas y propicia un tipo de violencia política, que no se veía en Estados Unidos desde los años 60 y 70. Todos los magnicidios o asesinatos políticos de la Guerra Fría (los de los Kennedy, el de Martin Luther King, el de Malcolm X o el de Leon Jordan) estuvieron ligados a ese tipo de odio.

 

“El discurso polarizador e infamante de Trump cala en sectores fanatizados de la sociedad norteamericana y moviliza acciones como las de los últimos días, en Manhattan. La violencia, como enseñan tantos pensadores (Elias Canetti, Walter Benjamin, Hannah Arendt…) comienza por el lenguaje”

 

El discurso polarizador e infamante de Trump cala en sectores fanatizados de la sociedad norteamericana y moviliza acciones como las de los últimos días, en Manhattan. La violencia, como enseñan tantos pensadores (Elias Canetti, Walter Benjamin, Hannah Arendt…) comienza por el lenguaje. El discurso del odio, especialmente del odio ideológico, racista y sexista, que están siempre entrelazados en el habla de Trump, es una incitación o un aval al crimen.

Las autoridades federales están obligadas a ofrecer cuanto antes un informe de la investigación que realizan en Florida, de donde procedieron las bombas contra los demócratas. Cualquiera que sea el resultado de la pesquisa, difícilmente podrá descartarse la responsabilidad del bajo lenguaje trumpista, en el clima de linchamiento verbal que se ha apoderado de los medios de comunicación y las redes sociales en Estados Unidos.