Los dos Presidentes

Los dos Presidentes
Por:
  • Carlos Urdiales

En medio de la pandemia la figura del Presidente López Obrador resalta y atrapa el debate con dos facetas opuestas, complementarias. Presidente hay uno, por modos y proceder parecen dos.

Uno es el estadista que rige su palabra con la razón del bien común, la noche del 1 de julio de 2018 Andrés Manuel López Obrador templó euforia, ubicó la unidad nacional por encima de la militancia y el ego; impuso nueva agenda nacional, fustigó la corrupción, marcó alcances y límites del proyecto transformador, incluyó la épica y vendió esperanza.

Hizo lo que el político debe: equilibrar pasiones e intereses con racionalidad y técnica, AMLO logró que el viraje del país caminara sobre amplias avenidas pavimentadas. Transición y transmisión del poder se diluyeron entre fechas teóricas; en la práctica, López Obrador asumió decisiones y proyectos desde el 2 de julio.

El estadista volvió a aparecer en la conferencia de prensa del 24 de marzo donde anunció la escalada a la fase 2 de la pandemia. Logró que esa mañanera tuviera valor y rating. Prometió relevancia y cumplió. Rescató a su diario ejercicio de retórica ocurrente, reactiva y provocadora del paisaje anecdótico. La de esa mañana devolvió brillo a la comunicación desde Presidencia.

Hasta con episodios que provocan debates ulteriores, como aquello de la “vocación” femenina para cuidar adultos mayores en contraste con el desapego —o irresponsabilidad— de varones para la misma tarea —pensamiento que revela cimientos desactualizados—; el momento emotivo de su discurso, la alabanza a la familia como institución social fundamental y elemento diferenciador de por qué saldremos airosos de esta crisis sanitaria, fue una buena pieza; cumplió con devolver paz y ánimo a millones que lo escuchaban desde la zozobra.

Un Presidente con dominio de la escena y reflejos ante la situación, un mandatario al mando de una tripulación ejecutiva. El subsecretario de salud, Hugo López-Gatell, consagrado como gran comunicador, secretarios de Defensa y Marina confiables como siempre y un ministro de la Hacienda Pública en lucha por transmitir certezas en medio del vendaval económico que se nos viene encima.

Pervive al tiempo el otro Presidente, candidato en eterna campaña que asumió el poder, pero no la historia ni el presente; líder político que polariza y convierte sus diarias conferencias en historietas efímeras con el auxilio de blogueros-patiño, piratas, porros y porristas virtuales, de nuevos influenciadores lo mismo en el Salón Tesorería de Palacio Nacional que en los canales públicos del Estado. Faltaba más, también la 4T procrea a sus intelectuales orgánicos.

El Jefe del Ejecutivo que aparece en la prensa extranjera abrazando y tocando gente a media pandemia, el que desoye indicaciones de su propio Gobierno. Y del sentido común. El que seguro se divierte al mirar críticas y enojos de los intelectuales orgánicos del neoliberalismo caído o al enterarse de furibundas editoriales del puño de cachorros del prianismo ido; hombre que concentra poder, que no ve ni escucha a cualquier oposición que, conforme a su pensar, por serlo, se delata corrupta. Un hombre que ve la pandemia como adversaria a la 4T.

En plena cuarentena nacional los dos Presidentes disputan su atención, uno con prudencia e información verosímil, el otro con desplantes y amuletos, el primero con un gabinete incansable, el segundo con ministros de adorno. Hay dos conductas presidenciales que chocan y se complementan.

Una faceta, la más popular está sobrediagnosticada; pendenciera, reactiva, refractaria a cuestionamientos pertinentes; moralista, esotérica. Dedicada más a su propia épica que a su turno en el poder. La que provoca un día sí y otro también, la que desde templetes arenga a la permanente conquista ideológica, a la revancha. Una que, de tan disruptiva, parece distractora de asuntos mayores y peores. La que vive sólo para denostar al círculo rojo y encantar al verde.

La otra faceta es la menos valorada, la menos aprovechada. La del hombre de Estado con luces y sombras, con filias y fobias como todos sus antecesores y sucesores. Con virtudes no comunes; empatía social, honestidad, congruencia, capacidad para ser ejemplo con dimensión histórica. La batalla entre ambos Presidentes se libra en medio de otra más urgente, la de hoy en contra del Covid-19 y su desestimada devastación económica.