¡Para el coronavirus, tamalitos de chipilín!

¡Para el coronavirus, tamalitos de chipilín!
Por:
  • Carlos Urdiales

Al Presidente López Obrador los expertos le chocan. No reconoce más eminencia que la del pueblo. El saber —ciencia o capacidad técnica— no le valen. Él prefiere la honestidad, valor ético que al parecer considera incompatible con cualquier pericia. En lo íntimo, en lo espiritual, su fe y superioridad moral, hace que desprecie las políticas públicas básicas en materia de sanidad, como el distanciamiento social.

Ayer, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, colapsó moral y técnicamente al tratar de responder una popular pregunta: ¿por qué el Presidente López Obrador abraza y besa durante sus giras como si viviese en una dimensión alterna? El médico optó por el pensamiento mágico, confinó su ciencia a un lugar secundario.

Su derrumbe, algunos dicen abyección política, fue tal que AMLO lo abrazó para rematar la mañanera con una incierta concesión-apapacho; giras, abrazos y besos pararán cuando López-Gatell lo indique. Detalle; ya lo había pedido.

En cada aparición pública del secretario de Salud de facto —ayer el secretario nominal, el doctor Jorge Alcocer, estuvo más de dos horas detrás de su jefe y de su subalterno, testigo silente cual florero de escenografía— en toda recomendación oficial y racional sobre sanidad pública, para contener el golpe viral, el llamado es el mismo; sana distancia social, higiene personal y atender recomendaciones de los que saben.

Circunstancias inéditas demandan conductas extraordinarias, cada uno suma al actuar colectivo responsable y solidario. Dicen las autoridades que toca, a todos, comportarnos con altura, sin excesos ni mezquindades.

Las autoridades condenan noticias falsas, propagación de lucrativos rumores, de perniciosas recetas sin sustento científico, exhortan a no automedicarse, a evitar compras de pánico, en general, atender con civismo. Para que esto funcione, gobernantes deben estar en sintonía y en sincronía, de lo contrario, el río revuelto será ganancia de “ya saben quién”.

La SEP ordenó cierre de escuelas a partir del 20 de marzo, pero Jalisco, Yucatán, Michoacán, Tamaulipas y Guanajuato anticiparon la medida. La UNAM comenzó el cierre de campus, escuelas y facultades. El gobierno de la CDMX permitió el Vive Latino con 115 mil asistentes, pero los partidos de futbol se jugaron a puerta cerrada antes de suspender la liga. Disonancias ejecutivas.

A la emergencia de salud pública la precede una catástrofe financiera. Negros días se acumulan en materia de cotizaciones bursátiles, precios del petróleo y devaluación del peso frente al dólar, juntos apuran la pospuesta presentación del Plan Nacional de Infraestructura.

La depresión económica, así sea temporal, estresa la toma de decisiones sanitarias en el seno de la 4T. Increíble pulso de fuerza entre la fortuna y el momento indicado de aceptar que el tren viene de frente. El simplismo oficial complica la atención a las indicaciones, también oficiales. ¿Será que nadie se ha dado cuenta que con atole y tamalitos de chipilín, el coronavirus, es menos?