Arturo Damm Arnal

Desempeño general (2/3)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El desempeño general de la economía debe medirse por su dinamismo y estabilidad, dinamismo medido por el crecimiento, medido por el comportamiento de la producción; estabilidad medida por la preservación del poder adquisitivo del dinero, medido por el comportamiento del índice de precios.

Lo ideal es que el crecimiento (dinamismo) sea el mayor posible y que la inflación (inestabilidad) sea la menor posible, y lo mínimo aceptable es que el crecimiento sea mayor que la inflación.

Dando por buenas las proyecciones, para 2023 y 2024, de los economistas del sector privado, encuestados por el Banco de México en febrero pasado, en promedio anual el crecimiento este sexenio será 0.52 por ciento y la inflación 5.09 por ciento, crecimiento muy bajo (poco dinamismo), inflación muy elevada (mucha inestabilidad), con la inflación (5.09) muy por arriba del crecimiento (0.52), por lo que, en general, los resultados económicos de la 4T dejarán mucho que desear. ¿Cómo se compararán, desde la perspectiva del dinamismo y la estabilidad, con los de sexenios anteriores?

Comparo, para no irme muy atrás en el tiempo, el sexenio de la 4T con los cinco sexenios anteriores, calificados de neoliberales (cualquier cosa que eso signifique): el de Salinas, 1988-1994; Zedillo, 1994-2000; Fox, 2000-2006; Calderón, 2006-2012; y Peña, 2012-2018.

A continuación presento el crecimiento promedio anual para los sexenios de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña: 4.08 por ciento, 3.34, 1.99, 1.73 y 2.45. Todos muy por arriba del crecimiento promedio anual de la 4T, 0.52 por ciento.

A continuación presento la inflación promedio anual para los sexenios de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña: 15.90 por ciento, 22.55, 4.44, 4.28 y 4.19. Los dos primeros muy por arriba de la inflación promedio anual de la 4T, 5.09 por ciento, los tres últimos por debajo.

Hay que tener en cuenta que el crecimiento depende parcialmente del gobierno, que debe hacer valer el Estado de Derecho en el ámbito económico, y que la inflación depende totalmente del Banco de México, que es el banco central del Estado mexicano, no del gobierno federal, y que debe controlar la cantidad de dinero que se intercambia en la economía para que ésta no crezca ni decrezca (dependiendo del tipo de presiones que se generan en los mercados, inflacionarias o deflacionarias) de manear excesiva, con el objetivo de preservar el poder adquisitivo del dinero.

En ninguno de los sexenios analizados se logró lo mínimo aceptable: que el crecimiento sea mayor que la inflación. En promedio anual, entre 2001 y 2018, el crecimiento fue 2.72 por ciento y la inflación 10.27 por ciento, muy por arriba de la tasa de crecimiento.

Estos resultados muestran que el gobierno federal no ha hecho todo lo que debe hacer, sobre todo en materia de Estado de Derecho, para lograr un mayor crecimiento de la economía, con todo lo que ello implica en términos de empleos, ingresos y bienestar, y que el Banco de México no ha hecho todo lo que debe hacer para, por lo menos, conseguir su meta de inflación, tres por ciento.

El gobierno federal y el banco central le han fallado a la economía mexicana, cuyas condiciones generales dejan mucho que desear, desde que se inició la inflación elevada y sostenida en 1973 y se perdió el crecimiento elevado y sostenido en 1982.

Continuará.