Bernardo Bolaños

Mi amiga Shakira

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Me conmueve que Shakira no pueda ni salir a disfrutar un helado con sus hijos, porque frente a su casa acampa un ejército de paparazzis. Yo le propondría varias estrategias para evadir a esos zopilotes. Con unos binoculares, puedes caminar en soledad en un área natural protegida.

Quizá no en España, donde la descubrirían y acosarían, pero no tan lejos de Barcelona, sí, en los Pirineos franceses. Subes la montaña, ves el horizonte, colectas algunos hongos comestibles. Con algo de suerte, hasta te encuentras de frente con un zorro, un venado, un tritón, incluso un oso. Una amiga, Claude Combes, que habita esas montañas, me dijo hace pocos días que unos 80 osos, reintroducidos en los últimos años desde Eslovaquia, tienen nerviosos a los pastores y paseantes. Matan con frecuencia borregos y hasta a alguna vaca, según ella.

Pensándolo bien, Shakira no necesita ese pequeño estrés. Le propondría otros lugares. Incluso, las dos familias podríamos rentar una camioneta en Cancún y dirigirnos a una zona arqueológica desierta. Observaríamos a los monos araña sobre los templos mayas y comeríamos en algún restaurantito en una zona sin Internet, dentro de la Reserva de la biósfera de Calakmul. Así, aunque los pocos que nos vieran quisieran correr el chisme, no tendrían conexión e iríamos siempre adelante de las hordas de paparazzis.

Pero, la verdad, las revelaciones de los hackers de Guacamaya también me hacen dudar de este plan. La última vez que visité Calakmul y sus alrededores, fue en 2018. La zona ya sufre el ajetreo de operadores políticos y contratistas, de soldados y albañiles. Se supone que quieren construir un “eco hotel” operado por el Ejército. Quizá sea demasiado tarde para ir ahí.

Creo que el lugar perfecto para que Shakira se relaje y se recomponga, gracias a la sublime naturaleza y sin que miles de fanáticos la interrumpan, sería no Yosemite, ni Yellowstone (desde tiempos del oso Yogui esos parques ya estaban invadidos por turistas), más bien los Grandes Lagos. Nos estacionaríamos en la orilla de algún parque de Toronto cada día, y caminaríamos un par de horas, de preferencia, no los fines de semana. Sólo algunos jubilados pasean entonces por esos lugares, y es posible observar cardenales, azulejos, visones y con suerte águilas de cabeza blanca. Mínimo veríamos muchos árboles de maple.

Shakira completó un diplomado en filosofía antigua durante la pandemia. Tras las caminatas, tal vez tendríamos temas de los cuales hablar: ¿Los pitagóricos y los atomistas griegos anticiparon la existencia de un multiverso? O quizá conversaríamos sobre lo que Schopenhauer pensaba de la música, reflejo de la cosa en sí. Soy capaz de encerrarme antes a releer al filósofo de Danzig, si de ayudar a Shakira se trata. Porque si ella aceptara mi oferta desinteresada, ergo podría considerarla un poquito mi amiga y la felicidad de los amigos es alegría propia.

Bueno, no sé, son ideas. Se me ocurren luego de la indignación que me causa leer, atenta y morbosamente, esos infames reportajes de los paparazzis.