Todo en todas partes al mismo tiempo

ANTROPOCENO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La película dirigida por Daniel Kwan y Daniel Scheinert ha recibido 11 nominaciones a los premios Oscar. Ha fascinado al público, además de a la mayoría de los críticos.

El cine estadounidense está intentando plasmar las hipótesis, hoy debatidas en física, de que habitamos en un “multiverso”. Ya sea porque no haya confines a la realidad y existan mundos que brotan como burbujas en Big-Bangs recurrentes. O bien, porque haya universos adyacentes, como canales de televisión compartiendo el espectro radioeléctrico.

¿Realmente podría haber infinidad de versiones de ti en diferentes universos, como en el film Todo en todas partes al mismo tiempo? Suena completamente absurdo, pero así lo creen algunos físicos serios que incluso trabajan en aplicaciones de estas ideas en computación cuántica.

Veamos la interpretación más intuitiva de esto. La física cuántica prueba la existencia de cosas que existen a la vez como partículas y como ondas, pero una vez que se les obliga a “decidirse”, son solamente una o la otra. Igual nosotros existimos ya en el futuro en forma de infinidad de posibilidades. Como el famoso gato de Schrödinger, que está vivo y muerto al mismo tiempo, hasta que se asoma el experimentador y lo ve vivo o muerto, pero no en ambas condiciones.

Sabemos que existimos con una infinidad de Yo por delante, que “colapsan” en el presente que tiene sólo un Yo actual. No es sólo que tengamos una probabilidad de hacer las acciones X, Y o Z. La idea del multiverso no es tan simple. Porque el gato de Schrödinger está vivo y muerto a la vez, antes de ser obligado a “colapsar” en una de esas opciones. No es que, simplemente, haya una probabilidad de 23% o 51% de que el gato esté vivo (y, complementariamente, de 77% o 49% de que esté muerto).

En las hipótesis del multiverso hay una apuesta más allá del ramillete de alternativas que llamamos porvenir. Por eso, en el film vemos un mundo donde la gente tiene manos de salchicha. Incluso, en otros universos algunas de nuestras leyes de la física cambiarían.

En fin, hay un poderoso misterio en ciencia que lleva a ciertos físicos a proponernos mundos paralelos. Pero, piénsalo bien, ya existimos potencialmente de muchas maneras en el futuro, las cuales colapsan todo el tiempo en nuestra realidad presente. Para otros físicos y filósofos, esto es pura palabrería. No hay multiverso. Pero ¿cómo explican estos incrédulos las paradojas cuánticas y sus aplicaciones?

Kwan y Scheinert proponen, además, una interpretación artística en la cual lo que deseamos ser (lo que los psicoanalistas llamarían nuestros Súper Yo) nos gusta más que otros universos. Desde la tradición de películas de Kung Fu, imaginan que esos Súper Yo nos prestaran sus poderes (la habilidad del cocinero con los cuchillos, del maestro de artes marciales con los puños, de la seductora cantante).

Ya sé, esta columna es tan loca como la película y menos brillante. Y no recibiré ningún Oscar sino, seguramente, varios insultos. Pero, ¿saben qué?, disfruté desafanarme de los problemas del país, de los reales y de los que nos inventamos diario. Al menos por un rato.