Carlos Urdiales

La CNDH, tomada

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales
Carlos Urdiales
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“Cuídenos (a las mujeres) como cuidan a sus monumentos, calles y… cuadros”. Viene al caso la cita frente a la vandalización de las instalaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) sobre la calle República de Cuba, en el Centro Histórico de la CDMX.

Hace más de una semana llegó, procedente de San Luis Potosí, un grupo de madres huérfanas de hijos unas, dolientes por agresiones sexuales a sus niñas otras; juntas decidieron ya no tolerar más nuevas citas, más discursos de barandilla, no más papeleos estériles, promesas y burlas.

La señora Marcela Alemán exige justicia contra el personal del colegio al que asistía su hija, violentada sexualmente hace tres años; también que a la escuela le revoquen permisos de operación. Que las amenazas de muerte en su contra y de su familia se investiguen en serio; a Marcela la violencia le ha mostrado su rostro más institucional. Ni la justicia en San Luis Potosí ni la CNDH en la CDMX han tutelado sus derechos ni su acceso a la justicia.

De acuerdo con la Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas, A. C. (Adivac), en México hay cerca de cinco millones de niñas y niños víctimas de este delito del cual se denuncia sólo uno de cada diez y acceden a la justicia menos de dos por ciento de los casos.

Pero la CNDH se vuelve víctima y afirma que la Comisión no es el enemigo a vencer. Quiere que se le asuma como aliada del pueblo. Sin embargo, el comunicado de la CNDH carece de sentido ante la ausencia pública de su titular, Rosario Piedra Ibarra.

Nada hace, nada dice la hija de doña Rosario Ibarra que llegó a la presidencia de la CNDH gracias a la visión patrimonialista de Morena que, en el Senado, eligió “premiar” la legítima lucha que por décadas la excandidata presidencial encabezó en contra de las desapariciones y la violencia del Estado; pero la hija no es la madre y ese acto de hacer de las instituciones autónomas, botín para su usufructo ideológico, hoy pasa factura.

La CNDH no está tomada por furibundas activistas entremezcladas con mujeres dolientes por las desapariciones y violencia en contra de sus hijas e hijos; no, la CNDH fue tomada el año pasado, el 12 de noviembre, por un movimiento político que confundió la defensa de los derechos humanos con la lucha de clases.

Una CNDH que escucha impávida como el actual Gobierno presume que ya no viola derechos humanos, cuando por definición sólo es el Estado y sus instituciones, en los tres niveles de gobierno, los que violan derechos humanos; lo demás se llama delincuencia. Pero la retórica ideológica avasalla y en la CNDH enmudecen frente al poder y también de cara a las víctimas.

La liberación de la CNDH no pasa por recuperar un edificio; implica revisar el desempeño de una ombudsperson incapaz y ausente, de obrar en consecuencia con una institucionalidad extraviada en el Senado de la República.