Carlos Urdiales

No es por espantar…

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales
Carlos Urdiales
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El Presidente López Obrador ya no presume. No vamos tan bien; la pandemia no está domada; el sentido común, el menos común de los sentidos, aflora en el mandatario.  

No es por espantar, pero la pandemia aprieta; el repunte de contagios y muertes por Covid-19 no se tapa con chascarrillos ni debates políticos respecto al uso del cubrebocas. Las maromas retóricas de López-Gatell no apagan el incendio epidémico que amenaza con navidades solitarias y frías.

López Obrador se puso serio, como lo pidió la OMS, llama a los mexicanos a hacer lo mismo; a no salir si no es estrictamente necesario, no juntarnos, mucha higiene y acudir al médico en cuanto aparezcan los primeros síntomas.

Jura, como lo hizo en mayo, que no habrá desbordamiento en el sistema de salud; para la Ciudad de México anunció 500 camas extra la próxima semana, (Claudia Sheinbaum lo enmienda y dice 600) la Marina sale al rescate, se contrata más personal. Los anexos temporales regresan. No es por espantar, pero tampoco para presumir.

Decálogo presidencial navideño para el país que comienza a pintarse de escarlata. El Gobierno de la Ciudad de México se pasa el semáforo rojo, se estaciona en naranja, pero adelanta vacaciones a sus burócratas no esenciales, a partir del lunes y hasta el 15 de enero descansan. Cierran tribunales. El programa Hoy No Circula es el último cartucho por quemar antes de declarar el rojo.

Las nuevas medidas de prevención comienzan por el uso universal del cubrebocas y son, en su conjunto, un llamado a permanecer en casa tanto como sea posible.

Al igual que el decálogo Covid-19 de AMLO, se pide a los ciudadanos hacernos copartícipes en la tarea de contener la pandemia. Giro en el discurso y en la acción. En la capital las pruebas de detección se multiplican y se presume. Fue la recomendación que desde el inicio dio la OMS, pero el doctor Hugo López-Gatell nos recetó otra.

El Gobierno federal informó que está habilitando de nuevo, el mismo sistema que apenas rescató del desastre neoliberal en febrero-marzo-abril (omitiendo un año indolente de 4T pasmada en el medio).

Regresa el quédate en casa para el Valle de México. Alfredo del Mazo el gobernador mexiquense reconoció ayer una ocupación del 59 por ciento de camas. Baja California y Nuevo León reportan saturación clínica. La oferta de pruebas de detección privadas también abunda ante una demanda que crece y denuncia. Algo huele a podrido en Dinamarca.

El espejismo de la vacuna

Las vacunas contra Covid-19 es un deseo universal, la euforia que desató enterarnos que el Reino Unido aplicará la ampolleta de Pfizer, puede crear una falsa ilusión colectiva, que la pesadilla de la pandemia está por terminar.

Y no. México comprará 34.4 millones de esa vacuna, pero antes de finalizar el año sólo llegarán 249 mil dosis. Y tres semanas después otras tantas. Pfizer anunció un ajuste en sus promesas de entrega por problemas en la cadena de suministros. Su acción cayó 3 por ciento.

Los primeros para esa y otras vacunas, AstraZeneca, CanSino y las del mecanismo Covax, serán el personal de salud (alrededor de 700 mil personas según datos del Inegi). Especialistas de la UNAM alertan que la expectativa sobre el acceso universal a unas vacunas aún en ensayos finales pueden ocasionar una distracción colectiva letal.

Pensar que la primera vacuna que llegue nos hará libres, llevará a repuntes en marzo y abril. Para acabar pronto, no habrá vacunación masiva sino hasta el segundo semestre de 2021, hasta después de las elecciones intermedias y la renovación de 15 gubernaturas.

Por más campañas políticas que se hagan a costa de la vacuna anti Covid-19 no nos hagamos bolas. La pandemia está en pie de guerra y nuestras únicas armas continúan siendo confinamiento, higiene, cubrebocas y sana distancia.

Para rematar. Ayer la Asamblea General de Naciones Unidas advirtió que 2021 puede ser un año de catástrofe humanitaria a consecuencia de la pandemia. Con 65 millones de contagios acumulados en el mundo, voceros de la ONU llaman a los países ricos a no sepultar a las naciones pobres en su desenfrenada carrera por las vacunas.