Daniel Alonso

La evolución del pensamiento

ARQUETIPO FUTBOL

Daniel Alonso*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Daniel Alonso
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La Plaza México, inaugurada el 5 de febrero de 1946, es uno de los recintos más populares y con más tradición en la capital de nuestro país, y el pasado domingo volvió a abrir sus puertas a las corridas de toros casi dos años después. El recinto presentó un lleno total, y entre los 45 mil asistentes hubo personalidades famosas y del medio deportivo como Mikel Arreola, Ricardo Salinas Pliego, el exfutbolista Miguel Layún y Manuel Negrete, entre otros más.

Pero lo que para unos es motivo de celebración, para otros es una noticia lamentable. Desde hace ya varios años, la concientización a la protección y cuidado de los animales ha provocado una división entre los que defienden y apoyan a la tauromaquia y la sociedad que hoy rechaza el maltrato animal como una forma de entretenimiento que se asemeja a los tiempos del circo romano. En los alrededores de la Plaza México se citaron también estos grupos que tratan de darle voz a los toros, terminando en un enfrentamiento contra la policía que resguardaba el recinto taurino y evitaba un portazo de los manifestantes.

En un tema tan polémico, ¿será posible encontrar un acuerdo o solución? Lo más cercano a esto, son las medidas que en varias regiones de España se adoptaron, y en las que ya no se lleva a cabo la tortura, la humillación y el asesinato de los toros; pero aún continúan celebrándose las fiestas y otras tradiciones que giran en torno a estas costumbres que datan de hace cientos de años en la península ibérica. Como era de esperarse, en otras comunidades, como en Madrid, se declararon las corridas de toros, como Patrimonio Cultural de España, en una clara promoción y postura al respecto.

Por lo pronto, en nuestro país, la Asociación Civil Justicia Justa mantiene el juicio para prohibir las corridas de toros en la Ciudad de México, después de que la Segunda Sala de la Suprema Corte, revocó por unanimidad la suspensión de la llamada “fiesta brava”.

En dicha decisión se presume ciertas presiones económicas, políticas y sociales. Por supuesto que ya muchos intereses de los empresarios taurinos que han hecho un negocio más que rentable a costa de la sangre de los propios toros que ellos crían, alimentan y luego torturan, pero al final todo termina siendo un negocio redituable para algunos cuantos y paras otros más un tanto salvaje en contra de un animal que no eligió estar ahí.

Tengo plena confianza en la evolución del pensamiento humano y con el tiempo hemos superado barreras mentales, paradigmas que no suman en la construcción de la realidad social.

Tengo absoluta confianza que con el tiempo, ya no existirán 45 mil personas interesadas en un entretenimiento que se basa en presunciones, en la aspiración de que podemos ser más fuertes que cualquier bestia, que somos tan poderosos como especie, que tenemos el don divino de perdonarle la vida a un animal o por el contrario, arrebatársela con una espada que penetra el pecho y atraviesa los pulmones y pocas veces da directo en el corazón; saciando la sed de un público borracho de ocio, tedio y vacío de su cotidianidad. Confío que algún día seremos más que eso.