Amedeo Modigliani: el suicidio de una musa

CLARAMENTE

Dra. Yolanda Pica
Dra. Yolanda PicaLa Razón de México
Por:

Diciembre de 1918, en un orfanato en los suburbios de París, una bebé es entregada por su madre, la pequeña se llama Jeanne Modigliani, con la cláusula de que no podrá ser dada en adopción salvo a su familia. Su padre el famoso pintor, la vio dos veces y rechazó tener funciones paternas. Jeanne, su madre (20 años), se ha apoderado del papel de musa, y su función es servir de inspiración. La situación de la pareja es difícil, Modi (como le llamaban) tiene tuberculosis, no ha logrado éxito económico y vive gracias a sus mecenas. 

El máximo representante de la pintura en retrato y desnudo nació en la Toscana italiana en 1884, perteneciente a una familia burguesa judía, con una tradición filosófica: descendiente por rama materna de Baruch Spinoza.

Fotografía de Amedeo Modigliani
Fotografía de Amedeo ModiglianiFoto: Especial

Su madre Eugenia, mujer de gran cultura, trabajaba como traductora y crítica literaria le enseñó estos intereses a su hijo. El pintor tuvo pleuritis a los 11 años, tifus a los 14 y en su delirio por fiebre manifestó su deseo de ser artista mientras alucinaba obras maestras; cuando se recuperó, la familia lo consideró un milagro y lo inscribieron en la academia de arte de Liorna.

A los 16 años se enfermó de tuberculosis, la que padecerá toda su vida. Estos tres eventos desafortunados marcan su impulso para ser un gran artista que no escatima salud ni esfuerzo para realizar la obra a la que se siente destinado.

Se establece a los 22 años en París (1906) donde como miembro de la Escuela de París se desarrolla como pintor y escultor. Su obra se distingue por la sencillez de sus líneas y la pureza de los rostros, gran parte de ellos, con el cuello muy largo desproporcionado y rostro fino de nariz puntiaguda. La mayoría de sus primeras pinturas no tiene ojos.

Mujer joven, Amedeo Modigliani, 1918, New Orleans Museum of Art
Mujer joven, Amedeo Modigliani, 1918, New Orleans Museum of ArtFoto: Especial

Desde el punto de vista de la psiquiatría actual podemos entender su comportamiento: tenía una idea mesiánica en su mente, que surge de que él y su familia, sostienen que fue un milagro por el que sobrevivió, desarrolló un trastorno de personalidad narcisista, centrado en él mismo, sin ser capaz de establecer vínculos. Su anarquismo tiene en el fondo una gran depresión, en ese tiempo la tuberculosis no tiene cura y sabe que tiene una condena mortal, por lo que además es autodestructivo, desarrolla adicción al alcohol, al hachís y a las mujeres. Por todo lo anterior, es incapaz de integrarse a los movimientos artísticos de la época, a pesar de que sus contemporáneos (Picasso, Matisse, Rivera y Renoir) lo reconocen, pero le critican que nunca le gustaba retocar sus cuadros; sin embargo, los que posaron para él decían que era como si hubiesen desnudado su alma.

Se declara un “artista maldito”. Su libro de bolsillo es Los cantos de Maldoror (del conde de Lautréamont), que trata de un arcángel del mal que lucha contra el creador.

En un café de Montparnasse, Jeanne Hébuterne, estudiante de arte de 19 años observa a Modigliani, se obsesiona con él a grado tal que abandona sus estudios y su vida personal, finalmente son presentados, para ya no separarse. Repudiada por su familia (burguesa) se va a vivir con Modi (nunca se casan) soportando infidelidades y parrandas.

Modigliani muere a los 35 años de meningitis tuberculosa el 24 de enero de 1920.

Dos días después Jeanne, embarazada de nueve meses y con su primera hija aún en el orfanato se suicida saltando por la ventana de la casa de sus padres, su razón de vida era ser la musa del artista. La pequeña de 14 meses fue rescatada del orfanato por sus abuelos maternos, se convirtió en escritora y fue la autora de Modigliani, el hombre y el mito, 1958.

Jeanne Hebuterne la modelo amante de Amedeo Modigliani
Jeanne Hebuterne la modelo amante de Amedeo ModiglianiFoto: Especial

Amedeo Modigliani, el inmortal genio de la pintura y la escultura está sepultado en el cementerio parisino de Père-Lachaise.

En sus palabras: “ Lo que busco no es lo real ni tampoco lo irreal, sino lo inconsciente, el misterio de lo instintivo de la raza”.