Gabriel Morales Sod

¿Deben las universidades mexicanas unirse al movimiento BDS en contra de Israel?

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
Gabriel Morales Sod
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Esta semana se publicó en el periódico La Jornada un artículo titulado “Crece presión a Cemex contra ventas a Israel.” Según la autora, Blanche Petrich, desde el último enfrentamiento entre Israel y Gaza, ha crecido la presión en nuestro país para unirse a los esfuerzos de la campaña de BDS (boicot, desinversión y sanciones) en contra de la ocupación israelí.

De acuerdo al artículo, la campaña contra Cemex es un intento para “presionar a esta empresa mexicana para que cese su venta de cemento para la construcción de los muros de Cisjordania y los asentamientos ilegales de israelíes”. No se enlistan, sin embargo, las fuentes que indican la venta de estos materiales. Respecto al muro, no ha habido construcción de nuevos tramos hace ya varios años y queda poco claro por qué Israel, que se encuentra a miles de kilómetros de nuestro país, habría de tomar el enorme esfuerzo de importar este bien desde México cuando hay decenas de compañías de cemento en este país.

No obstante, más allá de lo curioso de estas aseveraciones, lo cierto es que, en México, como en el resto del mundo, la campaña BDS en contra de Israel ha tomado fuerza en los últimos años. Ejemplo de esto es que por primera vez se plantea con seriedad en El Colegio de México, universidad en la que estudié, boicotear a instituciones de educación superior israelíes. El movimiento del BDS es problemático, por decir lo menos. En los últimos años, lo que se supone debería de ser un boicot contra instituciones israelíes, se ha convertido en pretexto para boicotear a toda clase de organizaciones e individuos judíos (que no israelíes), indicando un sesgo antisemita. No obstante, es importante analizar los posibles efectos de un movimiento que evite estas abominaciones y se dedique exclusivamente a luchar contra la ocupación.

El origen del BDS fue un movimiento del mismo nombre en contra del régimen del apartheid en Sudáfrica. Los promotores del BDS sostienen que fue este movimiento lo que acabó con el régimen de separación racial en este país. Esta narrativa histórica ignora que, en realidad, quienes acabaron con el apartheid no fueron un grupo de intelectuales y artistas occidentales que vinieron a salvar a los subyugados, sino un movimiento de masas liderado por negros sudafricanos y, a menor medida, una serie de sanciones económicas de las grandes potencias. En el caso de Israel, el BDS tiene aún menos prospectos de cambiar la realidad. En lugar de crear lazos y fortalecer al campo de paz dentro de Israel, el BDS no ha hecho sino convertir una batalla política y diplomática, en una guerra cultural que ha fortalecido a la derecha israelí. Ésta ha sabido inteligentemente utilizar los sesgos antisemitas del movimiento para deslegitimarlo a los ojos del país (incluso de aquellos que favorecen la paz) argumentando, con bastante razón, que se trata no de un movimiento que lucha contra la ocupación, sino contra la existencia misma del país.

Es posible que si el movimiento se concentrara no en simbolismos culturales, sino en sanciones económicas a empresas vinculadas con los asentamientos, los efectos podrían ser distintos. Pero éste no parece ser el camino del BDS. Un boicot a la educación y a la producción del conocimiento no hará sino aislar aún más a aquellos que luchan por un Israel distinto.

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.