¿El fin de la solución de dos Estados?

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

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Netanyahu es un ideólogo de derecha y, como todo buen estratega político, también un oportunista. El balance entre avanzar los temas en los que cree y asegurar su supervivencia política ha resultado a lo largo de los años en un personaje que, discursivamente, parece ser un aguerrido derechista, pero que, en la práctica, actúa pragmáticamente.

Desde que llegara al poder por primera vez en 1995, la situación entre Israel y Palestina ha cambiado poco; la expansión en los territorios ha sido constante, pero no dramática; los Acuerdos de Oslo, que tanto vilificó, siguen en pie, y el acuerdo de seguridad entre Israel y la Autoridad Palestina se ha consolidado como la base de la seguridad del país.

Una buena descripción de Netanyahu puede ser la de un hombre que teme a la guerra y también a la paz. No anexar los territorios, pero tampoco iniciar negociaciones serias, no legalizar la ocupación, pero tampoco acabar con ella. Sin embargo, una de las principales razones por las cuales Netanyahu no avanzó con fuerza su ideología expansionista fue la presión constante de Estados Unidos.

Por años, Netanyahu supo hacer creer a los estadounidenses que en algún momento avanzaría seriamente hacia la paz, sin haber tomado ningún paso en realidad. Esto cambió al inicio de la administración Trump. Con el gobierno más a la derecha en la historia de Israel, y Trump en la presidencia, muchos esperaban que Netanyahu comenzara a anexar territorios —esto no ha ocurrido hasta el momento—.

No obstante, la situación parece haber cambiado en los últimos meses. Después de una campaña electoral fallida, Netanyahu viajó a Washington desde donde anunció su nueva promesa de campaña: anexar parte importante de los territorios ocupados al Estado de Israel. Esta promesa no logró demasiado para Netanyahu, pues pocos electores creen ya en su palabra.

Sin embargo, por primera vez en la historia de Israel, la anexión se convirtió en una posibilidad verdadera. Parece ser que, como todas las veces anteriores, es improbable que Netanyahu lleve a cabo la anexión. No solamente Gantz, quien supuestamente será primer ministro en año y medio, según el acuerdo de rotación con Bibi, y varios en su partido podrían oponerse a tal paso, sino que la administración estadounidense, que tanta disposición ha mostrado en apoyar a Netanyahu, parece no haber dado el visto bueno a final de cuentas.

No obstante, éstos no son tiempos normales. El juicio por corrupción de Netanyahu inició esta semana, y en este ciclo de tres elecciones en un año Bibi demostró que está dispuesto a cruzar cualquier línea si de salvarse se trata. ¿Será posible que ni siquiera la oposición de Washington esté fuera de sus nuevos límites?