Guillermo Hurtado

¿Qué puede aprender Morena del PNR?

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Hay quienes piensan que la historia se repite, que hay ciclos que comienzan, acaban y vuelven a comenzar. En la historia de México se han buscado –y quizá, se han encontrado– algunos de esos ciclos recurrentes.

Antes de que se inventara el presidencialismo durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, en el México posrevolucionario se intentó poner en práctica otro complejo modelo político que duró poco y que hoy conocemos como el Maximato. En su versión ideal, el Maximato debió haber sido una especie de triunvirato. Nunca lo logró y quizá ésa fue una de las razones de que el modelo haya fracasado.

El Maximato estaba basado en la tesis de que había que distinguir el movimiento revolucionario, con su jefe, del Estado revolucionario, con su presidente, y del partido de la Revolución, con su líder. De acuerdo con esta doctrina, el Jefe Máximo de la Revolución era Plutarco Elías Calles. La jefatura de Calles no requería que fuera la cabeza del Poder Ejecutivo. El presidente en turno debía cumplir con su función sin debilitar el rol supraconstitucional del Jefe Máximo, pero, por otra parte, el Jefe Máximo no debía debilitar la tarea del presidente, porque eso sería un obstáculo para el funcionamiento óptimo del gobierno revolucionario. Este modelo no quedaba completo sin el rol fundamental del partido de la revolución, el PNR. Como el propio Calles había afirmado, la revolución Mexicana no podía depender de individualidades y, por ello, debía institucionalizarse en la forma de un partido hegemónico que organizara a las fuerzas populares y velara por el cumplimiento del programa revolucionario. El líder del PNR, por lo mismo, debía funcionar como un árbitro en las disputas entre el Jefe Máximo y el presidente en turno y, en caso de ser necesario, debía acotar el poder de ambos, sin pretender ocupar el lugar de ninguno de los dos.

En caso de que Morena gane la elección presidencial de 2024, México tendrá un nuevo presidente, que al día de hoy no sabemos quién es, y, además, contará con un incuestionable Jefe Máximo de la Cuarta Transformación, que sí sabemos quién es: Andrés Manuel López Obrador.

Es inevitable que surjan tensiones políticas entre el Jefe Máximo de la Cuarta Transformación y el próximo presidente morenista del país. No hace falta ser adivino para saberlo. Como mi amigo Fernando Curiel solía decir, la política es la más exacta de las ciencias y, por lo mismo, podemos prever que, tarde o temprano, por una sencilla ley de mecánica política, se dará un jaloneo entre el jefe y el presidente. La Cuarta Transformación tiene que diseñar, desde ahora mismo, un instrumento estructural que resuelva el problema por venir. Una solución es darle al partido y, en especial, a su presidente, el rol de mediador y de vigilante del programa cuartotransformacionista.