Horacio Vives Segl

Tour hemisférico

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Horacio Vives Segl
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Dedico la colaboración de esta semana al análisis de algunos temas de política hemisférica. Me refiero a la ruptura dentro del gobierno argentino, a la preparación de la Cumbre de las Américas a celebrarse en Los Ángeles en junio próximo y a la visita del Presidente mexicano a Cuba y a los países del triángulo norte de Centroamérica.

Grieta kirchnerista. Cuando en 2019 se confirmó que la apuesta del peronismo kirchnerista para regresar al gobierno la iba a encabezar la fórmula Alberto Fernández / Cristina Fernández (para la presidencia y vicepresidencia, respectivamente), cualquier observador medianamente avezado en política argentina se preguntó, entonces, no si habría una ruptura, sino, más bien, cuándo se produciría. En su momento, Alberto había sido un severo crítico de la gestión de Cristina, y para alguien tan intolerante a la crítica, eso no debió ser fácil de procesar. Sin embargo —y para parafrasear a Jorge Luis Borges—, como el espanto une más que el amor, decidieron ir juntos para maximizar la posibilidad de cerrar el paso a la reelección de Mauricio Macri, lo cual finalmente ocurrió.

Pues bien, el quiebre entre ellos ya se dio, recientemente. Los agravios acumulados y diversos desencuentros terminaron por explotar. Entre estos últimos, el más notorio es a propósito de un nuevo acuerdo que Argentina tuvo que firmar con el FMI y los correspondientes compromisos que se deben de cumplir, respecto a los cuales Alberto Fernández ha encontrado en Cristina a su más feroz e influyente crítica.

Falta mucho todavía para las siguientes elecciones, pero, mientras tanto, el gobierno cae en picada en aprobación, la oposición macrista aprende de sus errores, recupera espacios y mira con fruición las presidenciales de 2023.

La cumbre, la gira, la amenaza y los bravucones del barrio. Qué bueno que el Presidente mexicano haya asistido, después de tres años de gobierno, a visitar a los países vecinos del sur (Guatemala, Honduras y El Salvador) con los que, entre muchos temas, comparte como preocupación central el migratorio. También fue interesante la visita a Cuba, cuya dictadura —tan apreciada por diversos sectores del oficialismo mexicano— impide que se le toque con el pétalo de una rosa.

Ahora bien, dado que en la próxima Cumbre de las Américas uno de los temas centrales es la agenda migratoria, parecería óptima la alineación de intereses entre los gobiernos de Estados Unidos y México. Pero no: Estados Unidos es quien convoca y ha manifestado que los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua no son precisamente bienvenidos. El Presidente mexicano, en consecuencia, ha anunciado que, en caso de que el país anfitrión no rectifique tal decisión, a manera de protesta enviaría representación a nivel de cancillería. Como en el ámbito internacional siempre importa con quién te juntas y para qué agenda, Honduras, Bolivia y Argentina se sumaron a la postura mexicana. Pues allá ellos.

Hay que entender la naturaleza diferente de un foro a un organismo multilateral. En esa lógica, en nada sorprendería ver a Ortega, Maduro o Díaz-Canel en la Asamblea General de las Naciones Unidas: son líderes de Estados miembros de la ONU y, por tanto, no requieren invitación. Pero en el caso de la Cumbre de las Américas, a celebrarse en Los Ángeles, Estados Unidos está en absoluta libertad de decidir a quién invitar y a quién no, especialmente tratándose de países que actualmente no cumplen estándares democráticos y cometen sistemáticamente violaciones a derechos humanos. Así de simple.