Jacqueline L'Hoist Tapia

La personas adultas no son como las pintan

HABLANDO DE DERECHOS

Jacqueline L'Hoist Tapia
Jacqueline L'Hoist Tapia
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La vacunación nos ha traído también la imagen que tenemos de las personas adultas mayores y de las personas adultas. Y aunque ser una persona con canas, arrugas en la cara y con dificultades de movilidad, vista o auditivos, no hace menos a ninguna persona, también es cierto que se les ha pintado a partir de un estereotipo que resulta muy desafortunado, pues ser una persona adulta mayor no es ser necesariamente una abuelita o un abuelito, y serlo no necesariamente significa tener una imagen determinada.

Hoy, para muchos países el envejecimiento digno de la población se considera un éxito, por sus políticas de salud pública y de desarrollo socioeconómico, pero también sin duda un reto que debe garantizar su participación e inclusión social sin prejuicios y sin estigmas. De acuerdo con datos del Inegi, en México alrededor de 15.4 millones de personas son de 60 años o más, de las cuales, 1.7 millones viven solas, 41.4% son económicamente activas, y 69.4% presentan algún tipo de discapacidad.

Existe una idea preconstruida de cómo es una persona que tiene 60 años o más. “Suma todas las experiencias de la vida, ya pasó por la mayoría de las metas familiares, profesionales y sociales, y tienen una apariencia determinada”. Una generalidad que abruma y que en estos tiempos está cada vez más alejada de la realidad, ya que ni necesariamente ha sumado experiencia y seguramente aún tiene muchas metas. Por ejemplo, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, tiene 78 años de edad y dirige la principal potencia del mundo; la Reina Isabel acaba de cumplir 95 años; el Dalai Lama tiene 85 años; Nancy Pelosi, 81; el Papa Francisco, 84; nuestra secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, tiene 73 años, y Ana García Bergua, escritora mexicana, 61 años, y nunca nos dirigimos a ellos y a ellas como “nuestros abuelitos”, sino que dignificamos sus aportes a la sociedad, más allá de sus relaciones familiares, ¿por qué no hacerlo con el resto de la sociedad?

Hago la reflexión porque cuando salió la convocatoria para que las personas de 60 y más se vacunaran, se recurrió a una imagen estereotipada que luego se repitió con las personas de 50 a 59 años: las mujeres, por ejemplo, con chongo y vestido debajo de la rodilla. Y el tema no es menor. La discriminación laboral es una constante para quienes buscan trabajo en estos rangos de edad, o para participar en concursos académicos o de proyectos. Constantemente vemos el límite de edad, un límite que, sin duda, en muchos casos responde a estigmas y prejuicios sociales sobre la habilidad y capacidades de las personas a partir de los 50 años.

En México se espera que en las próximas cinco décadas la natalidad descienda, así como la mortalidad, y, por tanto, la presencia de las personas adultas y adultas mayores aumentará. Actualmente hay más personas mayores de 60 años que menores de 4 años, y para el 2050 las mujeres de 60 años y más representarán 23.3% del total de población femenina y los hombres constituirán 19.5% del total de la masculina. Es importante reconocer a las personas adultas mayores para las políticas públicas, pero también es cierto que es momento de romper con la idea de cómo debemos vernos las personas.