Jacqueline L'Hoist Tapia

Veganismo, alianza con el feminismo

HABLANDO DE DERECHOS

Jacqueline L'Hoist Tapia *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Jacqueline L'Hoist Tapia 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Hace unos días, tuve la oportunidad de leer la conferencia que dio Natalie Portman, en donde llama a relacionar el feminismo con el veganismo, al decir: “Estamos explotando cuerpos femeninos y abusando de las hembras para crear huevos y leche. Los animales están enfermos y en condiciones de hacinamiento, como en una prisión para hacer lácteos y huevos. No se necesita mucho para dibujar la línea de cómo tratamos a los animales y cómo tratamos a los humanos”.

Palabras que no tienen desperdicio, como tampoco lo tienen las fuertes declaraciones de Antonio Guterres, al decir que la Tierra se convertirá en un infierno por el cambio climático, con aumentos de temperatura de al menos 2.7 grados y que, por tanto, debemos mantener la temperatura media de la Tierra en 1.5 grados centígrados: “es un código rojo para la humanidad”.

El veganismo es una forma de vivir la vida, que se propone desde la dignidad misma. Es una doctrina en donde la humanidad no debe explotar a los animales, y con obligación de adoptar una serie de acciones y decisiones, para que esto sea viable y diseñar así esta forma de vida. La coherencia se impone para quienes somos feministas, ya que también se construye como una forma de vida en donde el trato igualitario y digno busca la eliminación de la opresión, dominación y explotación de que han sido y son objeto, por parte del colectivo de varones, las mujeres en todas sus expresiones y formas de vivir la feminidad y, en este sentido, el ecofeminismo se convierte en esa mirada colectiva de causas, en ese camino de andar para revertir el infierno, no sólo por el cambio climático, sino por la violación de los derechos humanos, al ser un movimiento que ve una conexión entre la explotación y la degradación del mundo natural y la subordinación y la opresión de las mujeres.

Exigir una vida digna, un trato igualitario, una sobrevivencia en el marco de derechos humanos, hoy nos implica necesariamente que tenemos que cambiar lo que veníamos haciendo, como dice aquella máxima: Si queremos resultados diferentes, tenemos entonces que hacer cosas diferentes. Y es que la vida vale en todas sus expresiones: humano, animal, vegetal, etc. Cuánta razón tenía San Francisco de Asís, a quien, por cierto, recordamos el 4 de octubre, por su devoción a los animales al reconocerles como criaturas de Dios, y que este pensamiento revierte esa otra creencia que tanto daño ha hecho a la naturaleza, al pensar que ésta está, para servir a hombres y mujeres y que, por tanto, la puede explotar. En ese mismo sentido, está esta otra que ha hecho creer que las mujeres estamos para servir a los varones: ni una ni otra, nos necesitamos entre nosotros porque pareciera, pues, que el destino casi nos alcanzó y que los miedos del futuro se enmarcan en realidades del hoy, realidades sí, pero que aún podemos revertir, desde el veganismo como opción y desde el feminismo como toma de conciencia.