Javier Solórzano Zinser

Los ánimos en los que andamos

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser
Por:

Bajo la fuerza y necesaria atención que tenemos todos por resolver nuestra cotidianidad, se pierde de vista el futuro inmediato. 

Todo lo que el Gobierno hace en el diario, en particular el Presidente, tiene repercusiones de toda índole en el corto y mediano plazo. No queda claro el destino para el año entrante, porque caminamos entre un sinfín de incógnitas y porque en el aquí y ahora estamos cargados de dudas y contradicciones.

Los análisis sobre la economía no son favorables por más que el discurso presidencial pinte un futuro positivo. No se trata de ver las cosas sólo bajo la crítica hacia el Gobierno, lo que pasa es que desde donde se vea el 2021 está en vías de ser un año más complicado con todo y que hacia el final del mismo pudiera haber un mayor control sobre la pandemia.

Así como no tiene sentido mirar las cosas bajo el supuesto de que todos nuestros graves y grandes problemas se irán resolviendo porque lo dice el Presidente, tampoco tiene sentido ver el futuro de manera desoladora. Lo que se aprecia es que los escenarios no van a ser favorables durante un tiempo.

En tiempos de inevitables balances y recuentos queda claro que el país ha girado, gira y todo indica girará en torno al Presidente. La cuestión está en si el mandatario tiene suficientes referentes para ver el país desde diferentes ópticas y no sólo desde la suya.

Sin referentes, la gobernabilidad se vuelve unilateral y puede terminar en autoritarismo, debido a que se parte de que la verdad pasa únicamente por el tamiz de quien gobierna y no se alcanza a apreciar que la verdad es un concepto colectivo y de consenso.

Un presidente gobierna para todos por más que existan sectores que merecen la mayor de las atenciones. Bajo la evidente desigualdad en que vivimos, la integración del país se convierte en una de las grandes soluciones para atacar este lacerante problema.

A estas alturas no tiene sentido ni el escarnio ni la burla ni la venganza de un lado y del otro. Lo que hace es polarizarnos aún más y crear en el imaginario colectivo la idea de que hay que ahondar las diferencias sociales como forma de vida, está siendo una manera de apostar por la división por encima de la cohesión; el escarnio y la burla llevan a callejones sin salida.

Si de lo que se trata es polarizar y dividir como forma de gobierno, las consecuencias se nos van a venir encima de manera muy grave, porque se van cerrando en medio de la polarización las posibilidades de poder llegar a entendimientos.

No vemos cómo pudiera cambiar la perspectiva presidencial. Da la impresión de que existe un convencimiento de que estas expresiones deben ser una forma de gobierno.

No hay día en que el Presidente no interpele a quienes llama adversarios, no importan los motivos para hacerlo, los señala y desacredita de manera contundente sin pasar por alto que en muchas ocasiones la crítica al Presidente se establece sin bases, sin sustento y cargada de enconos, muchos de ellos de carácter social.

La voz del Presidente permea de manera importante y significativa entre sus millones de fieles seguidores, los cuales la asumen como verdad y como concepto propio para su visión de vida y de país.

No se ve por dónde, pero resulta necesario para lo que viene atemperar al menos un poco los ánimos. Se nos viene una agudización de la pandemia, una perspectiva económica adversa, un repunte del narcotráfico, entre otras muchas cosas y todo ello en medio de una polarización.

Más vale que el 2021 nos agarre con otros ánimos, por ahora la pelota está y estará en la cancha del Presidente.

RESQUICIOS

A pesar de las consideraciones hechas por el vocero y la Jefa de Gobierno de la ciudad sobre el artículo de NYT, no queda del todo claro cómo se manejaron las cifras previo a aplicar el semáforo rojo. Pareciera que traen un auténtico relajo con los números, pero tanto como hablar de “engaño” no lo vemos, lo cual no quita las responsabilidades que tienen.