Una operación efectiva y discreta

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Javier Solórzano Zinser
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

No va a dejar de tener secuelas la violenta irrupción de la Embajada de México en Quito. 

Es un hecho inaceptable que tiene que ser llevado a los organismos internacionales, a los cuales el Gobierno ha fustigado y menospreciado. El Presidente, en diversas ocasiones, ha señalado a instituciones como la OEA, pero ante una violación flagrante como la que ha vivido el país en Quito hemos encontrado a la organización como punto de apoyo para plantear las justificadas demandas.

Lo que es importante destacar es que la Cancillería ha jugado en el conflicto un papel importante, destacado, estratégico e inteligente. Lo más importante después del asalto a la embajada era proteger al personal diplomático ante lo que estaba pasando era imprescindible atender.

Más allá del encono y la rabia que produjo el hecho había que enfriarse para proteger al personal y traerlos de manera directa o a través de un tercer país a México. Las cosas se hicieron bien y la canciller fue llevando una especie de minuto a minuto que permitió que las cosas se fueran armando de manera efectiva y sensible, porque se encontraba al límite, podía pasar cualquier cosa estando todo fuera de control.

Lo que pareció un acto extremo en las primeras imágenes que se tuvieron de lo que había pasado en las afueras de la embajada por parte de Roberto Canseco, encargado de la sede, se entendió al ver el video que presentó ayer el Presidente de lo que había pasado al interior del inmueble. Todo adquiere dimensión, porque el diplomático venía de ser agredido al interior de la embajada, si eso pasó dentro, afuera podía presentarse lo que fuera.

La canciller se coordinó con los representantes de Alemania, Panamá, Cuba y Honduras en Ecuador, quienes acompañaron a los diplomáticos mexicanos, lo que permitió que llegaran con bien al país; fue una operación rápida, efectiva y silenciosa.

La forma en que se actuó mostró los oficios y profesionalismo de la Cancillería. Es importante destacarlo, porque a lo largo del sexenio la política exterior ha sido confusa y contradictoria. Se le pide a gobiernos de otras naciones que no se metan en nuestros asuntos, pero el Presidente les lanza todo tipo de comentarios a los gobiernos de otros países, lo cual termina por ser intervencionista; habrá que reconocer que éste fue el punto de partida del problema con Ecuador.

Nos la hemos pasado bajo confrontaciones en que ha prevalecido la contradicción y una visión unilateral marcada por la ausencia de una diplomacia, que a lo largo de nuestra historia ha sido reconocida y ponderada con orgullo desde fuera y por nosotros mismos como nación.

Se pide solidaridad a EU y Canadá cuando ante problemas internacionales que han tenido estas naciones se opta por una actitud precavida y en algunos casos por el silencio.

El Presidente decidió desde el inicio de su mandato que sería el canciller Ebrard y en un segundo momento la canciller Bárcena quienes establecieran la relación de México con el mundo. El gran oficio junto con sus relaciones con América Latina le han permitido a la canciller lidiar con las muchas circunstancias que a veces se provocan desde las mañaneras.

El ataque a nuestra embajada también nos ha mostrado la solidaridad que se sigue teniendo con nuestro país. Llegará el momento de agradecer y que se tenga que abrir la política exterior a dinámicas distintas de lo que se ha instrumentado hasta ahora.

El momento debe llevarnos a revisar lo que se ha hecho. Las y los embajadores tienen que estar resolviendo los muchos problemas que se provocan por la falta de oficio por declaraciones que generan enorme molestia en los gobiernos de otras naciones.

Lo de Ecuador es inaceptable, pero no nos caería mal vernos en el espejo.

RESQUICIOS.

El INE no va a suspender las mañaneras. Nos la vamos a pasar así hasta las elecciones con un Presidente que no bajará su tono declarativo por más que el instituto lo conmine a que lo deje de hacer.