Javier Solórzano Zinser

Popularidad

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser
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El Presidente tiene buenos motivos para su “no es por presumir” sus altos niveles de popularidad.  

Hay razones por las que conserva aceptación y esperanza. La mayoría lo sigue viendo como uno de los suyos, como nunca antes había tenido a alguien en la Presidencia. Por más que el discurso de otros mandatarios haya intentado la cercanía la del tabasqueño es creíble en función de su gran poder de comunicación, por su uso del lenguaje y por el contenido de su discurso, entre otras razones.

Su gran instrumento de referencia sigue siendo el pasado por más que en algunas áreas no haya diferencia entre lo vivido y lo que se vive.

Por más que a muchos no les guste, López Obrador es diferente a otros presidentes. Lo es por la forma en la que aborda las cosas y por su sistemática referencia al pasado como tarjeta de presentación.

Su informe por los dos años de Gobierno merece un debate sobre el contenido, los datos dados a conocer y sobre la afirmación de que se han cumplido 97 de las 100 promesas de campaña. El Presidente presentó lo que bien podríamos llamar “sus otros datos” los cuales en muchos casos quedaron en los terrenos de creerle o no.

El tabasqueño tiene la ventaja de que difícilmente sus millones de seguidores ponen en duda su palabra. La gran mayoría asume que lo que el Presidente dice y hace es “verdad”, lo sea o no.

El sustento sistemático en el pasado genera popularidad porque por más que el tiempo pase la decepción y el abandono de décadas no dejan de padecerse.

Si la popularidad presidencial alcanza o no el 71%, no hay duda que está cerca de ello. Sin embargo, por más que el dato sea totalmente favorable al tabasqueño no se puede soslayar que de manera paralela existe también un porcentaje considerable de cuestionamientos ciudadanos en lo que corresponde a los resultados en diferentes áreas de Gobierno.

Los temas de seguridad, economía e incluso la forma en que se ha atendido la pandemia, por más que se pondere la estrategia, generan dudas y preguntas. La lógica indica que si el país se encontraba hecho un “batidillo”, como ha insistido el Presidente, no se ve cómo las cosas se puedan resolver en sólo dos años.

Otro renglón a atender es el de la gobernabilidad y construcción, o reconstrucción del país, lo que no puede soslayarse es la desconfianza tangible que tiene el sector privado hacia el Gobierno, la cual es de ida y vuelta.

La falta de acuerdos y el desdén con el que han sido tratados, sin pasar por ello las muchas críticas que los acompañan, con todo y que sin ellos no hay manera de que haya recuperación; el anuncio presidencial de la salida de Alfonso Romo no parece buen augurio.

Un dato para considerar, en los planes de infraestructura el 80% de la inversión es del sector privado.

Los buenos números siguen basándose en la esperanza más que en hechos concretos que estén llevando en el aquí y ahora a la sociedad a un proceso de cambio profundo.

No tiene sentido escatimar o poner en tela de juicio la popularidad presidencial. Se la ha ganado a pulso y a pesar de los muchos problemas que tenemos los escenarios le siguen ayudando.

No hay oposición, su discurso sigue siendo claro y estratégico para millones de personas, la esperanza se mantiene y sigue bajo espacios en donde todo se le perdona y hasta cuando se equivoca termina cayéndose de pie.

¿Cuánto va a durar? Sólo el tiempo dará las respuestas, por ahora dos variables se cruzan: lo alcanza la terca realidad o logra consolidar sus objetivos de Gobierno. Como sea, más allá de la popularidad, las elecciones y la lucha por el poder, lo que está en juego es el país.

RESQUICIOS

López-Gatell en el centro, va que vuela para chivo expiatorio. El Presidente asegura que el vocero “me dice, es el que me orienta junto con el doctor Alcocer, que no es indispensable que hay otras medidas…”. La Jefa de Gobierno tuitea ayer: “Buenos días. Para ser parte de la solución: cubrebocas y sana distancia”.