Julia Santibáñez

De cuando estás en la otra orilla

LA UTORA

Julia Santibáñez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Julia Santibáñez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

“Levántale el plato a tu hermano”.

Nunca dijiste lo contrario. No. No ordenaste que él levantara el mío.

Aquella loza con restos de pollo y espinaca era como una casa, igual de inabarcable y de grosera. Una mansión maciza contra mí.

No sé cuántas veces te oí decirlo, cómo aprendiste a ver natural ese hábito, a no cuestionarlo. Una tarde adolescente mi boca dijo: “Mejor que lo levante él”. Di la vuelta y llegué a mi cuarto deslumbrada por el robusto no.

Crecí, me afirmé en esas letras. Tuve la suerte de rechazar roles (algunos roles impuestos, no todos), aunque lamento y cargo el peso de haberte dejado en la otra orilla. Sola. Te abandoné en esa orilla.

Lo pienso ahora que te busco como si fuera la primera vez. La última. Te busco en este hilo de latencias vagamente triste y algo difuso, “ceñido de tu nombre” en “doble sangre”, como dijo el Juan argentino Gelman. Te busco en las muchas bolas de helado que no puedo llevarte de sorpresa, en lo inamovible de tu cuidado al reservarme la mejor manzana, en las dudas sobre refranes que por serte leal dejo irrespondidas. No te oigo y quién sabe si tú. Te busco en la herida de la que ya dejé de ser: no me llamo más hija, nadie me abraza con esa palabra que en cinco letras somos tú y yo. De hermana y de madre sólo ejerzo. Y tu beso me sigue haciendo falta porque a mí me gustaba ser tu hija.

Te busco al asumir que ojalá te hubiera invitado a mi mundo, de alguna forma a este vivir corriendo y por las noches ensartar palabras. “¿Por eso eras tan triste algunas tardes?”, sigue diciendo el Gelman poeta. Te busco porque olvidé pedir en la funeraria que te pintaran las cejas y los labios.

¿Me perdonas?

Te busco a propósito de platos, platos grandes de pollo, de espinaca, pero “¿y qué podemos ya cambiar? / ¿pudimos cambiar algo alguna vez?... / ¿qué puede el verdadero amor cambiar?”. Te busco en el dolor incierto, estéril, en el no saber si vendrás un día hacia mí sonriendo, toda erguida, sin la turbación de aquel manotazo. Y ahora que estoy sola en este extremo me gusta pensar que habrá una orilla común para las dos, entre las dos: un paisaje alto, ancho de luz, donde veamos cómo cae la tarde ligera, sin casas descomunales que estropeen todo, que nos separen.

Te busco como aquel 7 de octubre hace dos años. Pupilas absortas me abriste sitio en tu cama y fui la última persona viva que te besó la frente y las dos manos. Imposiblemente suaves, tus manos.

“¿Por qué no me esperaste un poco más?”.