Julio Trujillo

La caza

ENTREPARÉNTESIS

Julio Trujillo*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Julio Trujillo
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

“Hay diferentes maneras de atrapar animales, pájaros y peces. Yo pasé la mayor parte de mi tiempo, hasta los quince años más o menos, intentando muchas de esas maneras, y cuando mi entusiasmo comenzó a decaer, como lo hizo gradualmente, empecé a escribir poemas”.

Esta declaración, que es casi un arte poética, la hizo Ted Hughes en 1967 en el programa de radio que tenía en la BBC, llamado Listening and Writing y dirigido a jóvenes de entre diez y catorce años de edad. La idea era que un poeta mayor, establecido, compartiera su experiencia con un auditorio de jóvenes y los impulsara a buscar su propia voz. De las muchas emisiones que tuvo el programa, destaco algunos de los temas elegidos por Ted Hughes: “Atrapando animales”, “El viento y el clima”, “Escribiendo sobre gente”, “Aprendiendo a pensar”, “Escribiendo sobre el paisaje”, “Te presento a mi familia” y “Criaturas lunares”. La frase con la que comienzan estas líneas es, por supuesto, del primero de los temas, y tiene sentido, pues pocos poetas han sabido atrapar la naturaleza huidiza, bella y terrible, de los animales como Ted Hughes.

¿Pero estamos hablando de poesía o de atrapar animales físicamente? Maravillosamente, para Hughes son uno y el mismo ejercicio: “Cuando era niño, en la época de la trilla, cuando separábamos el grano de la paja, atrapaba los ratones que aparecían debajo de los montones de trigo hasta tener treinta o cuarenta moviéndose en el forro de mi chaqueta. Eso y mi actual persecución del poema me parecen parte de la misma fiebre. En cierta forma, yo entiendo al poema como una especie de animal. Tiene su propia vida, independiente incluso de su autor, y nada se le puede agregar o quitar sin herirlo o incluso matarlo”. Una perfecta descripción del poema y de su caza, que remata con esta reflexión: “Tal vez mi ocupación no ha sido capturar animales o poemas, sino sencillamente cosas que tienen una vida propia afuera de la mía”. La caza es doble, de poemas y animales, y es trenzada en el caso de Hughes, pues muchos de sus mejores poemas son sobre animales. El símil es perfecto si tienes doce años, una rana en el bolsillo y una muy vaga ansiedad de expresión: el batracio es, de hecho, tu maestro, recuerda cómo lo atrapaste y escribe tu poema. Pero la lección más importante apenas se sugiere y es crucial: cualquier falsedad o adorno, cualquier acercamiento al animal que no nazca de una verdad propia, de una respiración propia, lo va a herir o matar. Es emocionante. Así lo dice Hughes: “El tipo de emoción especial, la concentración ligeramente fascinada y bastante involuntaria con que trazas los comienzos de un nuevo poema en tu mente, su contorno, la masa y el color y su forma final, su realidad única y viva en medio de una falta de vitalidad general, es algo muy familiar, es la caza, y el poema es una nueva especie de criatura, un nuevo espécimen de una vida afuera de la tuya”. Le creemos, porque supo darles voz a cuervos, vacas, zorros, jaguares, ratones, cerdos y a muchos animales más, como este halcón, que dice:

“Mis garras se aferran a la áspera corteza del árbol.

Toda la Creación fue necesaria

para elaborar mis patas, cada pluma:

ahora sujeto a la Creación con mis garras.”