Leonardo Martínez Carrizales

Las claves de Claudia

LA MARGINALIA

Leonardo Martínez Carrizales*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Leonardo Martínez Carrizales
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El 16 de mayo, una red de profesores, investigadores y autoridades que trabajan en diversas instituciones públicas de educación media superior y superior, salud y gestión de riesgos urbanos abarrotaron la sala Ollin Yoliztli para reunirse con Claudia Sheinbaum.

Allí llegó a la primera de sus metas la serie de foros que esta red ha venido celebrando en todo el país con el fin de ofrecer a Sheinbaum, dada su trayectoria de investigadora universitaria comprometida con la construcción de la izquierda mexicana desde los años 80, lineamientos para un posible programa de gobierno en materia educativa.

El acto de apoyo a la Jefa de Gobierno de la CDMX permite comprender las claves del movimiento social que se estructura como respaldo de sus aspiraciones presidenciales, condensadas en una frase recurrente en el lenguaje político de la mandataria: “La educación es el eje de la transformación”.

Estas palabras contienen una política pública de Estado, probada durante casi cinco años ante la indiferencia de la opinión pública, modelada por los medios corporativos. La fusión de los ramos otrora separados de Educación, Ciencia y Tecnología, establecida por Sheinbaum al inicio de su gobierno, ya obedecía al paradigma de Derechos Humanos que gestiona el conocimiento científico como un instrumento de la comunidad política, de inclusión, combate a las desigualdades, innovación y aplicación tecnológicas, todo articulado.

El bienestar social es el vértice del gasto público programado y ejercido, tanto en las aulas como en los laboratorios y las plantas productivas, acelerando la estructuración del conjunto de actores sociales que intervienen en esta cadena de relaciones vinculantes, incluidos sus beneficiarios. En esta trama societaria se encuadran los programas de la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (Sectei), dirigida hasta hace poco por Rosaura Ruiz.

Los programas de este modelo van de las becas de asistencia material a quienes cursan estudios de primaria, a los Centros de Innovación encargados de producir bienes bajo los criterios de las energías limpias y la sustentabilidad, pasando por la ampliación de la cobertura del bachillerato y la creación de dos nuevas universidades; programas homologados en muchos casos con otros tantos de la administración pública federal.

Este modelo contradice al que imagina el conocimiento científico como patrimonio exclusivo de un “patriciado” erudito, capital de distinción y exclusión sociales. Al contrario, el modelo de la Sectei tradujo en políticas de gobierno las convicciones de un grupo de universitarios que ocupa al fin el proscenio de la política mexicana. El crisol de ese grupo fue el Consejo Estudiantil Universitario, responsable de suspender las actividades de la UNAM entre 1986 y 1987 en defensa de la educación pública, raíz de una corriente que ha alimentado desde entonces oposiciones diversas a otras tantas facetas del neoliberalismo mexicano.

La educación es el eje de la transformación de Claudia Sheinbaum en mandataria, siempre y cuando se comprenda aquella como la clave de un Estado de Bienestar que hace realidad el conjunto de los derechos económicos, sociales y culturales, promulgados por el Derecho Internacional moderno.