Leonardo Núñez González

La campaña contra Maduro

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Uno de los más de 70 países que celebrará elecciones en 2024 y sobre los que vale la pena mirar con atención debido a las lecciones que nos sigue dando sobre la realidad política global es Venezuela, que el 28 de julio tendrá en la boleta, una vez más a Nicolás Maduro, quien trata de aferrarse al poder después de más de una década de gobierno y de una oposición que ha sabido mantenerse viva a pesar de los esfuerzos antidemocráticos del régimen chavista.

El régimen de Maduro se enfrenta, una vez más, a una oposición que ha sabido mantenerse organizada para plantar cara, con mayor o menor efectividad dependiendo de la ocasión, a un gobierno abiertamente autoritario. Después del episodio en que Juan Guaidó aglutinó el descontento contra el chavismo —y fue parte de una crisis constitucional en que, con cierta razón, tenía argumentos para reclamar el cargo de presidente interino, que incluso fue reconocido por algunos países—, el gobierno de Maduro terminó imponiéndose. Sin embargo, el descontento contra Maduro, que está en el poder desde 2013 y forma parte de las más de dos décadas de chavismo, se encuentra en un punto en que podría, si hubiera elecciones limpias y justas, derrotar al régimen. Una encuesta reciente revelaba que 22% de los venezolanos votarían por la continuidad del régimen y 46% se decantaría por un candidato de la oposición, el que fuera más fuerte o tuviera mayores probabilidades.

Ambos bandos saben esta realidad y por eso la principal demanda de la oposición en las negociaciones internacionales que se llevaron a cabo en Barbados en octubre del año pasado, fue que se celebraran elecciones libres. Sabiendo que se negociaba el levantamiento de algunas sanciones internacionales a cambio de esta demanda, el gobierno venezolano aceptó que se realizaran elecciones, pero también comenzó un proceso para deshacerse de cualquier amenaza real a su poder. Es tal el control que el chavismo tiene sobre todas las instituciones del gobierno que burdamente ha podido quitar a la candidata más popular. María Corina Machado había logrado convertirse en una enemiga formidable para el régimen, pues volvió a despertar la esperanza y la movilización contra el régimen. Los más de 2 millones de votos que obtuvo durante las elecciones primarias le mostraron a Maduro un músculo político que lo atemorizó.

Con una serie de decisiones avaladas por el Tribunal Supremo de Justicia, afín a Maduro, se inhabilitó a Machado y se le expulsó injustamente de la contienda. Quien fue electa como su sucesora, Corina Yoris, rápidamente recibió la misma atención y también quedó fuera de la boleta electoral. Esto ha llevado a un rocambolesco momento en que la oposición ha encontrado a un nuevo candidato que ha logrado saltar las trabas del régimen y que mantiene la confianza de los partidos opositores: el diplomático Edmundo González Urrutia. Durante los siguientes 3 meses, el régimen de Maduro tendrá que volver a enfrentar a una oposición articulada, pues saben que, aun cuando están en una cancha dispareja y con un camino cuesta arriba, podrían poner en aprietos al régimen, que se sabe contra las cuerdas y que se juega su supervivencia.