Leonardo Núñez González

Kissinger: estadista y criminal

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Leonardo Núñez González
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Henry Kissinger, uno de los personajes más controvertidos y poderosos de la política estadounidense, falleció a sus 100 años de edad.

Kissinger fue un diplomático y politólogo de origen alemán que sirvió como asesor de seguridad nacional y secretario de Estado bajo dos presidentes de diferentes partidos. La muerte de Henry Kissinger ha generado reacciones encontradas en el mundo. Para algunos, fue un visionario que contribuyó a la paz y la estabilidad global; para otros, fue un criminal de guerra que apoyó dictaduras y violaciones de derechos humanos. La verdad se encuentra, como muchas veces, a mitad del camino entre los dos extremos.

Kissinger fue un protagonista de la Guerra Fría, el conflicto ideológico que enfrentó a Estados Unidos y la Unión Soviética durante décadas. Su filosofía política se basaba en el realismo, una corriente que privilegia los intereses nacionales por encima de los valores morales o ideológicos. Bajo esta premisa, Kissinger diseñó una estrategia de equilibrio de poder que buscaba evitar el dominio de una sola potencia y fomentar la cooperación entre los actores internacionales.

Entre sus logros más destacados se encuentran la apertura de relaciones con China, el acercamiento con la Unión Soviética, la mediación en el conflicto árabe-israelí y el fin de la guerra de Vietnam. Por estos esfuerzos, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1973, aun cuando, como una persona de contradicciones, conspiró para alargar la guerra para aprovecharla políticamente, a pesar de considerarla absurda, y que bombardeó indiscriminadamente a Vietnam y Camboya, asesinando a más de cien mil personas, a pesar de saber que no podía ganar la guerra.

La política exterior de Kissinger también le valió el repudio de muchos sectores, especialmente en América Latina. Kissinger fue el responsable de orquestar y respaldar golpes de Estado, invasiones, bombardeos, masacres y violaciones de derechos humanos en países como Chile, Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Panamá, República Dominicana, Haití, Cuba y otros. Su objetivo era frenar el avance del comunismo y asegurar la influencia de Estados Unidos en la región.

Kissinger nunca fue juzgado por sus crímenes, ni siquiera por su propio país, donde gozó de prestigio y reconocimiento hasta el final de sus días. Su figura sigue siendo controvertida y polémica, y plantea interrogantes sobre la ética y la responsabilidad de los líderes mundiales. ¿Hasta qué punto se puede sacrificar la vida y la dignidad de millones de personas en nombre de la seguridad nacional? ¿Qué papel deben jugar los valores y los principios en la toma de decisiones? ¿Qué lecciones podemos aprender de la historia para evitar que se repitan los errores del pasado?

Henry Kissinger fue un hombre que cambió el mundo, para bien o para mal. Su muerte nos invita a reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro de las relaciones internacionales, pues la fuerza bruta como herramienta de la política no ha desaparecido y, con el regreso de la guerra como una nueva normalidad, el sistema internacional está al filo de un nuevo cambio en el que la perspectiva de la realpolitik será indispensable para entender y enfrentar los nuevos desafíos geopolíticos.