Mónica Argamasilla

La figura del padre en la literatura

LAS LECTURAS

Mónica Argamasilla*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Argamasilla
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En México se celebra el Día del Padre el tercer domingo de junio. Es un fenómeno extraño que en un país tan machista como el nuestro, la figura paterna quede relegada detrás de el de la madre. Mi papá dice que es una fecha devaluada, que se celebra como premio de consolación después de que el 10 de mayo literalmente se paraliza nuestro país.

Tomando en cuenta que la figura paterna no suele tener la misma importancia que la madre en los hogares mexicanos, he querido hacer un homenaje a la figura paterna haciendo un recorrido por algunas obras literarias cuya historia gira alrededor de la importancia del padre.

En la literatura, como en la vida, los papás ejercen una enorme influencia en la vida de sus hijos. El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince, es uno de los libros más hermosos escritos desde la visión de un hijo acerca de la figura de su padre. Una historia que es un homenaje a un activista, un maestro, un médico y un político, cuyo papel principal fue ser un progenitor lleno de amor: “Ahora pienso que la única receta para poder soportar lo dura que es la vida, es haber recibido en la infancia mucho amor de los padres”.

Uno de mis libros favoritos, Un caballero en Moscú, de Amor Towles, narra el arresto domiciliario del conde Rostov en el hotel Metropol después de la Revolución rusa, y cuya existencia cobra un sentido especial cuando se convierte en padre adoptivo de Sofía. La obra se basa en la filosofía del personaje acerca de la vida, lo que incluye el papel adecuado de un padre, el cual afirma debe permanecer tres pasos detrás de los hijos, ni uno menos, porque le restas la libertad de elegir, y no más, porque te puedes encontrar demasiado lejos en caso de peligro. Ésa es la medida exacta de la distancia que los papás deben tener con respecto a su cariño en los hijos.

Ser feliz era esto, del escritor argentino Eduardo Sacheri, es una hermosa novela que habla de la paternidad tardía. Sofía, tras perder a su madre, decide buscar a un padre que no está enterado de su existencia. La adolescente sorprende a Lucas al tocar a su puerta, y entonces nos encontramos ante dos almas que deben aprender a convivir en sus semejanzas y diferencias, acomodando sus carencias a un cariño que poco a poco irá germinando.

En El corazón helado, de Almudena Grandes, Álvaro deberá enfrentarse a la imagen distorsionada de un padre que hasta antes de su muerte, había considerado perfecto; incluso pensaba que ninguno de sus hijos llegaría a ser tan grande como lo fue él. Sin embargo, una venganza saca a la luz la verdad de un hombre ambicioso y sin escrúpulos cuyos valores dejan mucho que desear. Ahora el protagonista y sus hermanos deberán decidir si deben juzgar su recuerdo como el hombre que han descubierto que fue, o como el gran padre que conocieron.

En el reciente libro de la mexicana Mónica Lavín, Últimos días de mis padres, habla de la enorme pena que produce la pérdida de los padres. “La orfandad es perder un papel virtuoso. Ya no ejerzo de hija. He perdido un oficio, he perdido un lugar. El único donde se me amaba conociéndome”, con esas hermosas palabras, la autora honra a su padre y a su madre ahora que su muerte le ha dejado un enorme vacío.

En la última novela de Alma Delia Murillo, La cabeza de mi padre, habla del abandono de éste y de la enorme falta que su presencia ha tenido en su vida. El libro relata el viaje que emprende para buscar a su padre y poder completar así el relato de su propia existencia.

Estos libros son algunas de las manifestaciones de la gran importancia que un padre tiene en la vida de cualquier individuo. Honremos así la figura de los papás que han dejado una huella imborrable en la vida de sus hijos.

Felicidades a todos los papás.