Montserrat Salomón

La deriva del Reino Unido

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La inestabilidad política en Reino Unido alcanza ya los titulares de la prensa extranjera. Si bien el Parlamento inglés siempre ha sido protagonista de coloridas discusiones, una crisis de liderazgo como la vista en los últimos años es algo sin precedente. El Partido Conservador ha estado al frente por más de una década; sin embargo, hoy protagoniza una seguidilla de tropiezos que ponen en peligro no sólo su continuidad sino la economía misma de la región.

Los mercados internacionales desconfían de las decisiones del partido, que ha cambiado de primer ministro como de calcetines desde que se tomara la decisión de salir de la Unión Europea con el Brexit. A partir de esa decisión, el caos político ha sido la norma que ha hecho del país la burla internacional. Una lechuga caracterizada de primer ministro duró más de lo que Liz Truss lo hizo en el cargo. Ahora una nueva cara emerge en el horizonte: Rishi Sunak.

Parece una tarea titánica la que tiene frente a sí Sunak. Su partido está profundamente dividido entre un ala ultraliberal, que fracasó con Truss, y un ala nacionalista que convivía más con la idea de Boris Johnson de mantener los servicios públicos mientras se remarcaban con más fuerza las fronteras. En una palabra, el Brexit que se impulsó desde el centro de su partido nunca tuvo una clara senda de aplicación, por lo que el partido y el país entero son un barco a la deriva.

Sunak es un hombre capaz que entiende de economía y que deberá tomar en cuenta el claro mensaje que mandó el pueblo y el mercado ante las ideas libertarias de Truss. Reino Unido no desea un neoliberalismo a ultranza. El Brexit no debe tomar esos derroteros. Lo complejo del tema es que el Brexit se votó en una ola de populismo nacionalista, en buena medida impulsado por Johnson, que fue poco clara en cuanto a sus implicaciones y significados. No había un plan económico detrás, sino una agenda patriotera. Por esta razón Cameron, May, Johnson y Truss terminaron renunciando. Sunak ahora tendrá que buscar una aplicación práctica a una idea nebulosa y polarizante; una bandera política más que un plan de gobierno.

Sunak llega al poder sin ser alguien políticamente hablando. Fue una elección gris en un partido carente de liderazgo y alejado de sus votantes. El nuevo primer ministro enfrenta uno de los peores índices de aceptación a su partido en décadas. Su administración es un intento desesperado por conservar el poder ante lo que se avecina como una derrota aplastante en las urnas a manos del partido laborista.

La prueba de fuego de Sunak será revertir inmediatamente la inflación desbordada y la crisis económica que se agrava con la llegada del invierno. Son tiempos difíciles en el número 10 de Downing Street.