Montserrat Salomón

Tensiones en el mar

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La muerte de 27 migrantes que trataban de cruzar el Canal de la Mancha ha desatado un problema diplomático más entre dos enemigos históricos. Gran Bretaña y Francia tienen una larga historia de conflictos; sin embargo, en el último siglo tuvieron que aliarse en más de una ocasión forzados por las circunstancias. La última vez fue en los esfuerzos por crear una unión europea, pero ya sabemos cómo acabó esa historia.

El Brexit, que aún tiene puntos finos por definir, marcó el tono de las relaciones entre Londres y los países de la Unión. París lo interpretó como una afrenta y señaló reiteradamente las problemáticas urgentes que habría que atender al volverse a erigir fronteras entre ellos. Al final, la frontera de facto se creó en las costas francesas y se pactó que Londres inyectaría dinero a la región para que las autoridades francesas controlaran el tráfico de mercancías y personas.

Al crearse el muro aparecieron los saltadores. Con la ola de migración ilegal que afecta a Europa y con la falta de regulaciones laborales, ahora dispares con las de la Unión, Gran Bretaña se ha vuelto un destino añorado por las personas sin papeles. Ahí encuentran trabajo, pero bajo condiciones informales y vulnerables. Sin embargo, la necesidad ha creado el mercado del tráfico de personas que esta vez culminó en tragedia y sendos reclamos diplomáticos.

El primer ministro inglés, Boris Johnson, tiene mucho trabajo pendiente. Su manejo del Brexit, lleno de populismo y un exacerbado nacionalismo, lo llevó al poder, mas no ha atendido la letra fina del tratado y las tensiones se elevan en sus fronteras. Irlanda y Escocia son puntos de alarma por su pasado de sangre, y ahora se enfrenta a una Francia respaldada por sus aliados europeos colocándolo en una posición delicada internacionalmente, pero que alimenta a su base electoral eurofóbica. Johnson juega con fuego.

Francia, por su parte, ha celebrado una cumbre con los países europeos fronterizos y ha optado por reforzar la vigilancia de la frontera. Una fórmula que bien sabemos no resuelve el problema y que, de hecho, incentiva el crecimiento de las redes de tráfico de personas y las muertes de migrantes. Al cerrarse más los caminos, las personas recurren con mayor desesperación a estos grupos. La vía diplomática, que debería buscar la homologación de las condiciones laborales con Gran Bretaña, fue dinamitada al retirarle la invitación a la cumbre a la representación británica.

Globalmente, este conflicto muestra dos fenómenos constantes: que la vulnerabilidad y la desigualdad que imperan en el mundo seguirán haciendo de la migración un tema álgido entre las naciones, y que la solución no está en el cierre de fronteras sino en el desarrollo y la justicia social.