Rafael Rojas

La corteza bolsonarista

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Rojas
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Como en los más recientes procesos electorales en Chile y Colombia, el conservadurismo latinoamericano vuelve a desafiar las encuestas en Brasil y muestra una imagen más corpulenta. En la primera vuelta electoral de 2018, Bolsonaro obtuvo 49 millones de votos, ocho senadores y 102 diputados. Cuatro años después, sube a más de 51 millones, 19 senadores y 122 diputados.

Esta vez, Luiz Inácio Lula da Silva ganó el voto popular por más de cuatro puntos porcentuales. Toda una hazaña para un político de 77 años, que debió enfrentar la cárcel, luego de un proceso judicial ostensiblemente manipulado. La popularidad de Lula en el nordeste de Brasil es maciza, no así la del PT y otros partidos de su alianza, que queda muy por debajo del bloque derechista de liberales, republicanos y patriotas.

Si la elección legislativa, tanto en la cámara como en el senado, ha favorecido al bolsonarismo, otro tanto podría decirse respecto a las elecciones gubernativas en los estados. Unos nueve gobernadores estaría ganando la derecha, mientras que la izquierda sólo se queda con cinco. Gobiernos centrales como los de Brasilia, Sao Paulo, Río de Janeiro y Rio Grande do Sul quedan en manos de la coalición oficial.

El resultado, favorable a Bolsonaro a nivel legislativo y regional, pero favorable a Lula a nivel popular, da la razón a quienes apostaron desde un inicio a la opción de que sólo el expresidente de izquierda, la figura más popular y carismática del PT, era capaz de vencer al líder de derecha. Vencerlo en el voto popular, pero no en el choque de los partidos, donde la maquinaria conservadora que ha construido en años recientes Bolsonaro, con apoyo del ejército, el empresariado y las iglesias, sigue mostrando su superioridad.

La corteza de ese conservadurismo es más dura de lo que imaginan amplios sectores de la izquierda latinoamericana. La izquierda ha subestimado a líderes como Bolsonaro y Bukele, como mismo en Estados Unidos se subestimó a Donald Trump, en Hungría a Viktor Orbán y en Italia a Giorgia Meloni. Una subestimación que parte de confundir la incorrección política y los modos extravagantes del outsider con un conjunto de ocurrencias.

La fuerza del conservadurismo radica en su genuina popularidad, en su articulación de valores tradicionales y jerárquicos, por medio de una propuesta de gobierno fuerte. Eso ha conseguido Bolsonaro, después de una prolongada hegemonía de fuerzas políticas centristas, que oscilaban entre la socialdemocracia y el PT, entre Fernando Henrique Cardoso y Lula da Silva.

El arraigo del bolsonarismo proviene de haber agregado el ingrediente populista y militarista a una derecha tecnocrática y neoliberal, ya gastada, demasiado plegada a sus alianzas con el centro. Que la izquierda brasileña dependa de Lula para hacer frente a ese movimiento poderoso y ascendente, es señal de debilidad y falta de renovación. Es dudoso que un periodo presidencial del PT logre contener ese avance.