Rafael Rojas

Holocausto y relativismo viejo y nuevo

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Rojas
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Se suponía que la era digital iba a sepultar el pensamiento analógico y abrir paso a saberes complejos. Lo que observamos a diario es más bien lo contrario: una epidemia de analogismo que sirve para universalizar falsamente los fenómenos, para desdibujarlos en su especificidad. Desde un supuesto universalismo, que en muchos casos es la máscara de particularismos brutales, se busca relativizar catástrofes del siglo XX.

Lo recuerda Martin Amis en Desde dentro (Anagrama, 2021). En los años 80 en la República Federal Alemana tuvo lugar un debate intelectual conocido como Historikerstreit, en las páginas de publicaciones como Die Zeit y Frankfurter Allgemeine Zeitung, sobre la naturaleza del nazismo y el Holocausto. Las posiciones fueron múltiples, pero en síntesis podría decirse que, de un lado, estaban historiadores de tendencia conservadora, como Ernst Nolte y Joachim Fest, y del otro, filósofos de la Teoría Crítica de Frankfurt, como Jürgen Habermas, y sociólogos e historiadores funcionalistas como Hans-Ulrich Wehler y Hans Mommsen.

Nolte, que pensaba la historia alemana desde la Gran Guerra (1914-1918) hasta la caída del Tercer Reich (1945) como un periodo compacto, negaba la singularidad del Holocausto como genocidio. A su juicio, el nazismo era, ante todo, una reacción anticomunista a la expansión de la URSS y una actualización del viejo imperialismo alemán del siglo XIX. Habermas, en cambio, leal a sus antecesores frankfurtianos Walter Benjamin y Theodor Adorno, sostenía que en el Holocausto había una experiencia de exterminio única en la historia europea.

A pesar de los constantes rebrotes neonazis y neofascistas y de varias generaciones de revisionistas del holocausto, desde la derecha o la izquierda, en la opinión pública y el campo intelectual alemanes ha prevalecido, desde entonces, la perspectiva de Habermas. Pero no sólo en Alemania, también en el derecho internacional predomina desde hace ocho décadas una tipificación del delito de “genocidio”, que arranca con la obra del jurista judío-polaco Raphael Lemkin, que lo distingue de otras masacres y crímenes de lesa humanidad.

Es cierto que el Holocausto no fue el único genocidio del siglo XX: ahí está el armenio, perpetrado por el imperio otomano entre 1915 y 1923, o el de Ruanda, de hutus contra tutsis en 1994. Cada uno de esos genocidios tiene características específicas, que no deben confundirse con crímenes de lesa humanidad, procesos de colonización como los de América, Asia, África o el Medio Oriente, en los que no se activa el proyecto deliberado de exterminar una raza desde una ideología nacionalista de Estado.

La historia del antisemitismo ha dado muchas vueltas desde Habermas y el Historikerstreit. Tantas que es posible releer, en el México de hoy, viejas tesis relativistas, patrimonio del conservadurismo anticomunista de la Guerra Fría, en boca de vehementes izquierdistas y bolivarianos.