Rafael Rojas

¿Por qué son autónomas las universidades?

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Estudiantes y académicos del CIDE protestan afuera de las oficinas del Conacyt. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. 
Estudiantes y académicos del CIDE protestan afuera de las oficinas del Conacyt. 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
 
Foto: Cuartoscuro
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Hasta el final de sus días, el sociólogo Sergio Bagú y el historiador Tulio Halperín Donghi recordaron la intervención militar de la Universidad de Buenos Aires en 1966. El régimen dictatorial de Juan Carlos Onganía se estrenaba con una “noche de los bastones largos” que figuraría como uno de los tantos momentos de reversión del autonomismo universitario durante la Guerra Fría.

La autonomía de la universidad fue una conquista de los reformistas de Córdoba y de la Revolución Mexicana. José Vasconcelos sería uno de sus paladines, pero no sólo él, también el comunista Julio Antonio Mella y el católico Manuel Gómez Morín. La autonomía era, en la tercera década del siglo XX, una garantía defendida desde cada una de las corrientes ideológicas fundamentales de América Latina.

Como en el régimen de Onganía, el ataque a la autonomía universitaria provino, en la mayoría de los casos, del autoritarismo de derecha. A veces, del autoritarismo que, como en la Guatemala de Estrada Cabrera, la Venezuela de Gómez, la Cuba de Batista o el Chile de Pinochet, veía en las universidades espacios de pensamiento democrático o emancipador. El control de las universidades, bajo el autoritarismo, fue un mecanismo de neutralización de la resistencia juvenil.

Sin ser poseedor de una ideología de Estado, como los antiguos regímenes del socialismo real, el actual gobierno proyecta, a veces, el deseo de contar con una doctrina que le permita desmantelar todo lo que define como “neoliberal” y “conservador”. Morena posee un Instituto de Formación Política, pero, por lo visto, también aspira a que los centros de educación superior adscritos al Conacyt actúen como entidades gubernamentales

Pero en la América Latina del siglo XX se llegó también, a la negación de la autonomía, por medio de la ideología de Estado. Los regímenes políticos que establecían, constitucionalmente, una doctrina estatal, como las llamadas “democracias populares” de Europa del Este, la Unión Soviética, Corea del Norte o Cuba, negaron explícitamente la autonomía universitaria. Si el Estado era poseedor de una ideología, el “marxismo-leninismo”, que demostraba ser superior a cualquier otra, no era necesario que las universidades fueran autónomas.

En esos regímenes políticos la función de las universidades era trasmitir y aplicar la ideología del Estado a todas las ciencias: las naturales y exactas y las humanistas y sociales. Bajo aquellos regímenes, la autonomía era un concepto arcaico, conservador y burgués que debía ser suplantado por una visión militante de la ciencia, puesta en función de los intereses del pueblo. Dichos intereses estaban supuestamente encarnados en la propia ideología del Estado.

Con las transiciones a la democracia en América Latina y el Caribe, a fines del XX, la mayoría de los gobiernos de la región abandonaron las dos formas de negación de la autonomía universitaria: la autoritaria y la totalitaria. En muy pocos países de la región se preservó la tesis de que el autonomismo universitario es fuente de privilegios o semillero de la subversión.

Con las transiciones a la democracia en América Latina y el Caribe, a fines del XX, la mayoría de los gobiernos de la región abandonaron las dos formas de negación de la autonomía universitaria: la autoritaria y la totalitaria. En muy pocos países de la región se preservó la tesis de que el autonomismo universitario es fuente de privilegios o semillero de la subversión

Lo que observamos en México, en relación con las tensiones entre la política oficial para la educación superior y algunos centros de excelencia, especialmente el CIDE, es una nueva modalidad de cultura militante. El rechazo a la autonomía universitaria, en sectores de la administración, lleva a acusaciones infundadas sobre la “derechización de la UNAM” o a demandas de que el “CIDE debe servir al gobierno”.

Sin ser poseedor de una ideología de Estado, como los antiguos regímenes del socialismo real, el actual gobierno proyecta, a veces, el deseo de contar con una doctrina que le permita desmantelar todo lo que define como “neoliberal” y “conservador”. Morena posee un Instituto de Formación Política, pero, por lo visto, también aspira a que los centros de educación superior adscritos al Conacyt actúen como entidades gubernamentales.

Ni en las ciencias naturales o exactas ni en las humanísticas o sociales puede garantizarse la excelencia académica sin autonomía. El modelo autonómico es la garantía tanto de la independencia como de la pluralidad indispensables para producir conocimiento riguroso y de alto impacto. Las universidades son autónomas porque así lo demanda el propio desarrollo de la ciencia a nivel global.