Valeria López Vela

Hamas rechaza un alto al fuego

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La polarización sobre la guerra entre Israel y el grupo terrorista Hamas, en la Franja de Gaza, ha llegado a niveles delirantes. Por un lado, para muchos analistas y opinadores ha sido fácil ignorar las atrocidades ocurridas el 7 de octubre; esto es, en sí mismo, difícil de comprender pues la barbarie que padecieron los ciudadanos israelíes es imposible de justificar.

Por otra parte, las falsas acusaciones de “genocidio” en contra de Israel —que comenzaron en los pasillos de Harvard— llegaron hasta la Corte Penal Internacional en donde, las semanas pasadas, vimos un duelo jurídico pero, sobre todo, un debate moral.

Me detengo brevemente en esto último. Sostengo que, de forma paralela a los argumentos jurídicos, nos enfrentamos a una pregunta moral: ¿la defensa de los derechos humanos se hace para todos los seres humanos? O ¿la defensa de los derechos humanos es exclusiva de los grupos oprimidos? Comprendo que el planteamiento suena extraño pero, grosso modo, eso es lo que estamos viendo tanto en el conflicto bélico como en la corte.

Sin que me tiemble la pluma al escribirlo, estoy segura de que la defensa de los derechos humanos es patrimonio de todos los seres humanos; aunque hay momentos, circunstancias y situaciones —interseccionalidad como le llaman—, los derechos humanos no pueden negarse a nadie, en ninguna circunstancia, porque se fundamentan sobre el concepto de dignidad humana, que está por encima de las circunstancias sociopolíticas.

Por eso, dentro de la discusión sobre el final del conflicto se debe considerar lo ocurrido el 7 de octubre y la liberación de todos los rehenes que aún continúan secuestrados por Hamas. La exigencia es simple: han de entregarlos a todos vivos; si ya han fallecido, a sus cuerpos para honrarlos conforme a sus creencias.

Ayer, el Gobierno de Netanyahu aceptó hacer una propuesta de cese al fuego a Hamas por dos meses si se cumplía la condición de entrega de los rehenes. La discusión en la sociedad israelí fue intensa, desgarradora, difícil. A pesar de eso, se logró un acuerdo y se hizo la propuesta pensando en el bien de los civiles —israelíes y gazatíes— implicados. Pues bien, Hamas la rechazó.

¿Por qué? Porque Hamas es un grupo terrorista; no se trata de un heroico cuerpo de ángeles de resistencia sino de un grupo armado que juega con el terror y con la vida de las personas para conseguir posiciones políticas. A veces, las personas utilizadas son los ciudadanos gazatíes; otras, son los ciudadanos israelíes. No nos confundamos; aquí quienes violan derechos humanos, secuestran civiles, violan mujeres como arma de guerra y cometen actos inhumanos para transmitirlos en vivo y generar terror son los miembros de Hamas.

De vuelta al dilema moral, en todo caso, el opresor es Hamas. Y son ellos quienes deben ser juzgados por cada gota de sangre derramada en este terrible conflicto: lo iniciaron el 7 de octubre de 2023 y el 23 de enero de 2024 se negaron a poner fin al sufrimiento de tantos.

Ojalá las razones se impongan sobre las ideologías y veamos el fin de este absurdo.