Valeria López Vela

Sobre la hipocresía

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

“La humildad de los hipócritas es el más grande y el más altanero de los orgullos”

Martín Lutero

La semana pasada, el presidente de Ucrania tuvo una intervención en la Cámara de Diputados como invitado del Grupo de amistad México-Ucrania. El mensaje de Zelenski fue poderoso, contundente y, sobre todo, cierto.

Habló sobre los ataques con misiles en contra de civiles: lo mismo en estaciones de trenes, edificios o casas privadas. Refirió un ataque premeditado contra una iglesia, en la víspera de la Pascua. Enfatizó que, hasta ese día, Rusia había destruido 256 iglesias. Los bombardeos se cuentan por millares; eso, se traduce en miles de crímenes de guerra.

El mensaje de Zelenski buscaba crear simpatía con los legisladores y con los ciudadanos de a pie. El presidente de Ucrania dijo: “Llamamos a todos los países a juntarse por los esfuerzos globales por la implementación de la fórmula ucraniana de la paz, y los invito a escoger qué punto de la fórmula de la paz le permitirá a México mostrar su liderazgo”; añadió que “a los mexicanos y los ucranianos nos une el sueño por la seguridad y tranquilidad en nuestras calles”.

Desde el inicio de la invasión, Zelenski ha mantenido una intensa campaña de comunicación: ha visitado diferentes países, ha recibido a varios mandatarios, ha enviado videos a otros Congresos: ha defendido tanto el territorio como la narrativa alrededor de la invasión. Y, me parece, hace lo correcto.

En los días de la posverdad, en los que uno extiende la mano y le acusan de cualquier cosa, insistir en la narrativa de los hechos, en la autenticidad de lo que ha ocurrido, es el mínimo de decencia que una vida bien vivida puede ofrecer.

La invasión ha cambiado la vida de una generación de ucranianos, quienes tienen que defender con sangre, todo aquello que nosotros damos por sentado —al menos, la mayoría de las veces—. Y esa seguridad, aunque sea maltrecha, es la que nos permite hacer planes a largo plazo, construir nuestras vidas, luchar por nuestros sueños. Y nada de eso tienen, hoy, los ucranianos.

Ser indiferente es ser cómplice; y aunque nuestro país defiende “la fórmula ucraniana de la paz” para poner fin a la agresión es necesario decir que la propuesta es inaceptable, porque equipara a los agresores con los agredidos, omite los crímenes de guerra cometidos y normaliza la agresión primaria. Y nada de eso se inscribe dentro de las coordenadas de la justicia.

En ese tenor, el presidente Zelenski subrayó que: “El mundo está plagado de hipocresía y populismo, pues pocos líderes mundiales han visitado Ucrania y quienes no lo han hecho son quienes aseguran que ya está listo para recuperar la paz”.

Una vez más: mirar hacia otro lado, no tomar partido frente a la injusticia o fingir imparcialidad en los casos graves de violencia —personal o social— es de cobardes, pero, sobre todo, de hipócritas.