Valeria Villa

Cuando el éxito es fracaso

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

He trabajado con pacientes cuyo padecimiento se manifiesta como una constante insatisfacción sobre sus méritos y aunque hayan alcanzado cierto nivel de éxito, parece que nunca tienen suficiente reconocimiento como para erradicar la frustración de no haber concretado los ideales que se propusieron.

En razón de un cúmulo de fallas en el desarrollo, compensan sus inseguridades infantiles en la etapa adulta trabajando de modo adictivo, aunque sea una forma de relación poco saludable para ellos y para sus familias y amigos. Es una persecución implacable del éxito en detrimento de actividades mucho más sencillas y cotidianas como tomar unas vacaciones en familia o caminar sin rumbo una tarde de miércoles.

Recuerdo a un paciente que sufría porque necesitaba ser especial y único sin entender por qué. Sufría por ser esclavo de su ansiedad por destacar, sobresalir y tener logros grandiosos. Estar bien, contento, en paz, feliz, relajado, no eran estados emocionales importantes para él. Este rasgo obsesivo depositado en el trabajo y en el éxito derivado de él, tiene propiedades adictivas debido a la dopamina que el reconocimiento produce en el cerebro. La adicción al éxito se parece a otras adicciones en el impacto que tiene en las relaciones personales. Estos adictos se ausentan de aniversarios, cumpleaños, vacaciones y navidades, porque tienen que trabajar o hacer un viaje de negocios. Lograr éxito en el trabajo siempre está primero que sus relaciones. Todo debe esperar a que se termine un proyecto y cuando llega el momento de descansar, siguen trabajando y comunican desdén por la alegría de las cosas ordinarias de la vida, porque no les generan ganancias narcisistas.

Mucha gente se enorgullece de su adicción al éxito. Ya descansarán cuando estén muertos, dicen, pero en el camino abandonan a todas las personas que han intentado estar cerca y quererlos. Por otra parte, el deseo se mueve todo el tiempo y una vez que se alcanza el sueño anhelado, se necesita uno nuevo para no enfrentarse al vacío pero sobre todo a la vulnerabilidad. En 1916, Freud escribe el ensayo “Los que fracasan cuando triunfan”, en donde describe a pacientes que enferman cuando cumplen un sueño largamente perseguido. En pocas palabras, se debe a la culpa que siente quien triunfa, tal vez al compararse con otros miembros de su familia a quienes no les ha ido tan bien. Es la culpa del sobreviviente que hace que el éxito se transforme en colapso. Muchas veces esto tiene que ver con el mandato que prohíbe ser mejor que los padres.

El éxito se convierte en un problema cuando sustituye a las relaciones personales. Cambiar el lugar que tienen la ambición de poder, dinero y prestigio puede lograrse cambiando las prioridades. Tal vez han pasado muchos años de ausencia con la familia y los amigos, pero nunca es demasiado tarde para hacerse presente. Está bien pedir disculpas por no haber estado pero es mejor hacerlo con acciones. El éxito que es edificante debe cumplir una función social, ubicarse lejos de la frivolidad, servir de algún modo a los demás y promover un sentimiento de integridad de vida.

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