Valeria Villa

Sobre psicoanálisis contemporáneo

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Me gusta pensar que soy una estudiante eterna. Que nunca dejaré de aprender y que siempre quiero hacerme el tiempo para pensar, en compañía de otros, diferentes perspectivas sobre la mente, enigma irresoluble. La última y nos vamos. Había jurado no inscribirme en un seminario más por el resto del 2021. En eso estaba cuando Ricardo Velasco, un brillante psicoanalista mexicano, anunció que cerraría su año de docencia con un ciclo de seis semanas sobre André Green, como lector de Winnicott y Bion. No tuve más remedio que inscribirme.

Sería imposible sintetizar aquí, la fuente inagotable de pensamientos que es el seminario que imparte Velasco. Podría decir, que así como lo pensó Bion, un nuevo cuerpo de aprendizaje es una metáfora de renacimiento. De un embrión mental que nace al contacto con ideas nuevas para incorporar en la práctica clínica, dinámica como la vida misma. Velasco nos acerca a Green, psicoanalista francés que se manifestó con el paso del tiempo, como un freudiano contemporáneo, distanciándose de Lacan. A los dos les hizo muchas preguntas y presentó muchas objeciones. El desacuerdo es siempre la semilla del pensamiento y la creatividad. Green es difícil de leer, pero Velasco se encarga de acercarlo con la claridad que lo distingue. El psicoanálisis, como todas las formas de pensamiento relevantes para la civilización, es objeto de muchas caricaturas. La más perturbadora y menos interesante para los pacientes es la del analista que le lanza teorías al paciente, desde un lugar de omnisciencia y omnipotencia. En lo colectivo, todos hemos pensado al psicoanálisis con cara de señor canoso, lentes, barba, que nos pide tirarnos en el diván y que también nos pide que digamos con absoluta libertad (¡¡!!) todo lo que cruza nuestra mente. El psicoanálisis contemporáneo vuelve a pensar, sigue pensando y propone no dejar de pensar como el camino analítico. El afecto y no la racionalización, nos explica Green, lector de Winnicott, es el centro de nuestra vida mental. También el juego. Saber jugar el juego de la vida y no obsesionarse con lo que debe ser, es lo que el neurótico viene a aprender (es un decir) a terapia. El modelo biologicista freudiano da paso al modelo ambientalista vincular. Somos nuestros vínculos, siempre estamos naciendo y nunca es demasiado tarde para nacer a una posibilidad. Green logra integrar lo pulsional con lo vincular, eliminando la falsa discusión sobre si es un elemento o el otro lo que estructura a la mente. Casi siempre las distintas escuelas psicoanalíticas pelean por alguna clase de poder y no a favor de las mejores prácticas para los pacientes.

El analista ha de jugar, apostarle a la vida haciendo uso de su Eros, ser benevolente y estar disponible para el paciente. Velasco destaca la dimensión vitalista del psicoanálisis contemporáneo. Más que un ejercicio intelectualoide, el psicoanálisis es una experiencia afectiva, que involucra la mente, el cuerpo, lo representado, lo irrepresentable, el caos, el error, el amor por el proceso, la falla, el lapsus. La terapia entendida de esta forma intenta alejarse de cualquier prescripción preestablecida sobre qué es una buena vida. No se trata de superar nada, ni de curarse ni de convertirse en otras personas, ni de alcanzar la eficacia ni el éxito. Un concepto bello, enigmático y retador del psicoanálisis contemporáneo es la capacidad negativa, propuesta originalmente por el poeta John Keats: “Poder existir en medio de la incertidumbre, el misterio, la duda, sin caer en la irritante búsqueda de hechos y razones”.