El 9M

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Por:
  • eduardon-columnista

Con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, en todo el mundo se llevaron a cabo diversas manifestaciones —las cuales año con año adquieren mayor notoriedad y fuerza—, donde las mujeres exigieron igualdad de derechos y un alto a la violencia, acoso y abusos de las que son víctimas todos los días.

En el caso de nuestro país, las manifestaciones tuvieron como principal demanda un alto a la violencia de género que diariamente sufren las mujeres y que, tan sólo de un año para acá, ha dejado a casi 9 mil víctimas mortales; víctimas todas ellas por el simple hecho de ser mujeres.

Sin embargo, a diferencia de ediciones anteriores, los actos de conmemoración adquirieron relevancia histórica en México, tras el paro nacional convocado por el colectivo “Las Brujas del Mar”, en el que se invitó a las mujeres de todo el país a ausentarse de sus actividades cotidianas para visibilizar cómo sería un día sin ellas en todos los ámbitos de la vida.

Resulta muy significativo que hayan optado por esta forma de manifestarse si se toma en cuenta que, diariamente, diez mujeres en nuestro país son víctimas de feminicidio —homicidios por razones de género— y que, tal y como sucedió el 9 de marzo pasado, así sin más, de un día para otro, no llegan a sus hogares, colegios o centros de trabajo.

La respuesta a la convocatoria fue por demás exitosa, pues de manera masiva literalmente se vivió sin mujeres a lo largo del lunes 9 de marzo, en donde fueron perceptibles las múltiples consecuencias económicas y sociales que una condición tal ocasiona.

Fue así como espacios públicos, instituciones educativas y centros de trabajo públicos y privados lucieron desolados durante todo un día. No fueron pocas las instituciones que simplemente optaron por suspender actividades de forma general ante la imposibilidad de llevar a cabo sus mínimas funciones sin la presencia de mujeres.

Sin embargo, más allá de las consecuencias inmediatas y evidentes del ejercicio, los efectos difícilmente serán significativos, al menos en el corto plazo. En el mejor de los casos, el paro trastocó —al menos por un día— fibras sensibles de algunas comunidades e invitó a la reflexión sobre la forma de ejercer la masculinidad y sobre la condición de desventaja que las mujeres enfrentan cotidianamente.

Pero en el escenario más generalizado, la gente volvió —tan sólo un día después— a su cotidianeidad con el regreso de las mujeres a sus actividades habituales, sin lograr interiorizar lo que las participantes del paro intentaron transmitir.

En una sociedad meramente patriarcal como la nuestra —con absoluta razón por parte de las demandantes—, no sólo se minimiza, sino que se invisibiliza la condición de vulnerabilidad en la que se encuentran permanentemente las mujeres. Lejos nos encontramos aún de llegar a una condición de equidad, seguridad y equilibrio, en donde todas ellas puedan desarrollarse de forma plena.

Pero de a poco, con acciones como las del lunes pasado, lograrán arrebatar el lugar que por siglos les hemos negado. Mi respeto y reconocimiento a todas ellas.