¿Por qué sin ellas?

¿Por qué sin ellas?
Por:
  • el duende

Dicen las estadísticas que en México cada día mueren asesinadas 10 mujeres. Los números no respiran, no van a trabajar, no tienen hijos, no tienen familia. Ellas sí.

La media noche del 21 de marzo de 2016 Marlen fue uno de esos números. En una calle semioscura de la alcaldía de Iztapalapa su expareja la subió a un coche, la asesinó y luego arrojó su cuerpo a unos kilómetros de la zona en la que la levantó.

Cuatro años después, el culpable sigue prófugo. Lo que se sabe es que primero huyó a Acapulco, luego estuvo un tiempo en Morelos con su papá, y después regresó a la casa materna en Iztapalapa, donde lo han ayudado a evadir a la justicia que, dicho sea de paso, poco ha hecho durante estos cuatro años.

¿Recuerdan el caso de Irma Reyes, la tía de Mario Alberto, el feminicida de la pequeña Fátima, quien no dudó en entregarlo a las autoridades? Ojalá todos pudiéramos seguir su ejemplo.

Desgraciadamente la impunidad es la moneda de cambio en nuestro país cuando de feminicidios se trata, tan sólo en la Ciudad de México entre 2016 y 2019 la Fiscalía tiene abiertas más de 160 carpetas de investigación por este delito, y sólo en 20 de estos casos hubo un ejercicio de acción penal contra el culpable.

Es decir, el caso de Marlen continúa perdido entre esas carpetas.

Si ya de por sí el asesinato de la joven de 26 años es una tragedia, se agudiza y convierte en un horror si agregamos que ella además dejó un hijo de seis años huérfano y una madre sin su hija. Una familia mutilada.

Escuché escandalizado, hace poco, que la mayoría de los agresores sexuales de los menores de edad se encuentran en el interior de las familias.

Conocí el caso de Mariana, una joven de 16 años que desde los nueve ha sido agredida por quien debería ofrecerle un lugar seguro para crecer: ¡su padre! La familia de la joven prefirió que ella se vaya con el novio para evitar un conflicto familiar. Es verdad, en México estas cosas pasan.

Por eso hoy, espero encontrar calles sin mujeres, transporte público sin ellas, que las empresas e instituciones públicas y privadas sientan su ausencia, que los depredadores se queden sin presa y que lo único que encuentren los agresores sea su propia cobardía.

Hace poco escuché al activista Adrián LeBarón decir que nos hemos dejado de cuidar entre todos y le concedo razón. ¿Cuántas veces hemos visto o sabido de un episodio de violencia contra una mujer y hemos preferido “no meternos en problemas”? ¿Cuántas veces hemos escuchado gritos, golpes, vejaciones, abusos y preferimos callar?

Que el silencio de ellas este 9 de marzo se escuche fuerte y lo escuchemos todos, y que al final de esta jornada todas regresen a casa sanas y salvas, sabiendo que una vez más se exhibió la vulnerable situación en la que se encuentran, en un país que parece normalizar lo que simplemente no tiene que existir.