¿Borrón y cuenta nueva?

¿Borrón y cuenta nueva?
Por:
  • javier_solorzano_zinser

De las promesas de campaña de López Obrador, es probable que la más singular y quizá difícil de cumplir, haya sido la del “borrón y cuenta nueva”.

Desde donde se vea, era una promesa que iba a enfrentar la terca realidad. Si el candidato durante años fustigó, criticó y señaló al pasado y las “nefastas” consecuencias del neoliberalismo, no había de otra que enfrentarlo.

No podía pasar de largo a quienes fueron responsables de lo vivido y padecido por años. No aplicaba el “borrón y cuenta nueva” porque se puede pasar por alto a quienes hicieron lo que está tratando de revertir.

Por más que hubiera prometido hacerlo hubiera sido en contra de su forma de pensar y ver las cosas.

El pasado ha sido una de las formas a las que ha acudido López Obrador para gobernar en su presente. Hay en el fondo una rentabilidad política, porque sabe muy bien que uno de los motivos de los electores tiene que ver con su hartazgo y desprecio hacia el pasado político y económico.

El tiempo dirá si muchas de las acciones que ha tomado el Gobierno se confirman bajo el marco legal, pero por lo pronto hay una rentabilidad evidente que también tiene algo de una suerte de venganza social, la cual todo indica que está siendo bien recibida no sólo por los furibundos seguidores del tabasqueño.

El Presidente no tiene manera de hacerse a un lado del “batidillo”, porque hacerlo podría colocarlo como cómplice, voluntario o involuntario.

Quizá su promesa como candidato haya sido una finta y una afirmación para generar equilibrios y no andarse peleando antes de que empezara el partido; en su momento planteamos que no veíamos cómo el pasado quedaría en el olvido.

Es el pasado el que pudo haberle quitado al Presidente su triunfo en 2006, al tiempo que lo fustigó, ataco y lo trató de poner contra las cuerdas; si hay venganza o justicia, o las dos, sólo lo sabe el Presidente. Parafraseando al señalado Calderón, “haiga sido como haiga sido”, varios funcionarios de su gobierno y del de Peña Nieto andan en la mira, investigados o en la cárcel.

Lo que el pasado ha provocado son efectos colaterales. Uno de ellos es que en momentos críticos del Gobierno, la atención pública hacia detenciones o investigaciones del pasado se dirige hacia estas informaciones, que por lo regular son profundamente mediáticas.

Otra de las consecuencias es cómo todo esto afecta a las oposiciones. Si de por sí está desfigurada y pareciera que sigue sin caer en cuenta del tsunami, las evidencias de actos de corrupción la desfiguran aún más y la hacen aún más pequeña, fortaleciendo en su ausencia a Morena, por más que este partido ande internamente de la greña.

Se asegura que algunos legisladores de oposición que participaron en gobiernos anteriores viven con el susto de por medio, de que en cualquier momento pudieran ser llamados a declarar por algo que muy probablemente hicieron; suponemos que quizá a ello se deba en ocasiones el sentido de sus votos, ya sea en diputados o senadores; digamos que caminan bajo la máxima de que el pasado los condena.

Por último, la pregunta que prevalece es si un país como el nuestro puede dejar pasar los hechos de corrupción que lo han marcado y que lo tienen bajo condiciones de adversidad, sobre todo en el ámbito de la distribución de la riqueza.

El “borrón y cuenta nueva” fue un buen tema para la llamada “comentocracia” y para que los adversarios de López Obrador se quedaran tranquilos un rato.

Al Gobierno le llegará el día en que tenga que demostrar lo que señala y acusa; en tanto que más de uno anda en vilo, bajo la máxima del desafortunado gobernador de Morelos: “calladito me veo más bonito”.

RESQUICIOS.

Delicado y grave lío con el T-MEC. Las letras chiquitas, la cuestionable urgencia de México por firmar o las exigencias de los demócratas han puesto en la mesa la intromisión de instancias de EU en nuestros asuntos laborales. El colmo sería que la delegación mexicana no se hubiera dado cuenta de lo que firmó.