Localismo incepcionado

Localismo incepcionado
Por:
  • nemer-naime

Llevamos mucho tiempo insatisfechos con los resultados de nuestros siste

mas políticos. Una mayoría abrumadora de ciudadanos cree que su país anda en la dirección equivocada por x, y o z factor.

La confianza en instituciones democráticas, congresos, fiscalías, presidencias, servicios y autoridades ha caído marcadamente a nivel mundial. El susodicho cuarto poder —los medios de comunicación— también perdieron credibilidad y confianza por su colusión con gobierno (quien muchas veces es su principal cliente). Para nosotros, como ciudadanos, los partidos políticos, las instituciones representativas, y la lucha por los derechos de las minorías, han perdido su encanto. Cada vez estamos más abiertos a las interpretaciones autoritarias de la democracia. ¿Cómo explicar Barack Obama o Donald Trump en los Estados Unidos, Viktor Orbán en Hungría, Rodrigo Duterte en Filipinas, Marine Le Pen en Francia, Hugo Chávez en Venezuela, AMLO en México, Lula o Bolsonaro en Brasil, Kirchners en Argentina? ¿Brexit?

Las democracias liberales existen para respirar en conflicto. La Encuesta Mundial de Valores descubrió que, en Alemania, una mayoría apoya la democracia “como una idea”, pero sólo la mitad la aprueba, y una minoría llamativa respaldó lo siguiente: “lo que Alemania necesita ahora es un partido único y fuerte que represente a la gente”. En Francia, dos quintas partes de los encuestados en 2015 creía que el país debía ser puesto en manos de un gobierno autoritario “libre de restricciones democráticas”. En Estados Unidos, la mitad de los encuestados en 2016 informó que “nunca tuvo” o “perdió” fe en la democracia. Estos cambios de opinión son preocupantes en sí mismos, pero ya algunos se reflejan cada vez más en el comportamiento político. La democracia, y la vida en sí, nunca garantiza estabilidad económica, futuro educado, seguridad laboral, o felicidad. Pero se empieza a extender esta idea de que a través del Poder Ejecutivo se resolverán nuestros problemas. En los últimos años, los partidos y candidatos que culpan a un establishment político supuestamente corrupto, buscan concentrar el poder en el Ejecutivo y desafiar las normas clave de la democracia. Estas estrategias populistas, (sean de izquierda o derecha) ascienden sin obstáculo en la mente de los ciudadanos, porque misteriosamente, ya nos incepcionaron. En Estados Unidos, Polonia, Hungría, Grecia y Venezuela, gobernantes populistas han mantenido el poder por más de una década. El éxito de Bolsonaro, entonces, no es una aberración temporal o geográfica. Es más, es sólo a través de los mecanismos de la democracia liberal en países democráticamente “consolidados” que populistas llegan al poder con pretensiones de transformar el régimen. Si esto nos alarma es sólo porque notamos el florecer de un opuesto ideológico, ya izquierda o derecha. Pero si se sigue el tallo, la raíz es la misma. En este sentido, el Florecer Populista puede provocar grietas y así abrir oportunidades de robustecer nuestra concepción de Estado. Reformas radicales son necesarias para contrarrestar los reductores sociales y económicos que amenazan a la democracia liberal. Sin embargo, cuando los políticos finalmente reúnan la voluntad de promulgar reformas de largo alcance, ¿cómo lograrán aprobación popular de su visión de Estado ante la pluralidad de identidades? ¿Existirá un México, un Brasil, un Grecia? ¿O nos fragmentaremos en regímenecitos autoritarios y homogéneos para evitar conflictos? ¿Quiénes seremos?