Asesinatos en Bengasi

Asesinatos en Bengasi
Por:
  • larazon

Bertrand de la Grange

Una serie de misteriosos asesinatos sacude en los últimos meses la ciudad de Bengasi, cuna de la revolución libia. La mayoría de las víctimas son oficiales de las Fuerzas Armadas o de la policía judicial, pero también civiles que participaron en la lucha contra la dictadura del coronel Muamar Khadafi. Ya van más de 60. Nadie sabe quiénes son los homicidas: ¿partidarios del ex tirano, movidos por un afán de venganza, o islamistas radicales que intentan crear el caos para llegar al poder?

Sean quienes sean, los autores han logrado infundir el miedo en la segunda ciudad de Libia. Mucha gente no se atreve a salir de noche, ya que los asesinos operan en general de madrugada. Pero no siempre, como se ha comprobado el pasado miércoles con la emboscada que acabó con la vida de un alto oficial de la fuerza naval que llevaba a su hijo de ocho años a la escuela. Un francotirador disparó tres veces contra el coronel Saleh Elhadiri, que perdió el control de su vehículo. El niño falleció a consecuencia del accidente.

Poco antes, tres militares murieron en sendos incidentes. Dos de ellos fueron despedazados por las cargas explosivas conectadas a sus automóviles. A estos crímenes se agregan los atentados con poderosas bombas contra algunos edificios públicos emblemáticos, como la Corte de Justicia o la oficina regional del ministerio de Asuntos Exteriores.

Decenas de militares han muerto en circunstancias similares desde la caída y asesinato de Khadafi a finales de octubre de 2011. Muchas de las víctimas, que pertenecían a las fuerzas de seguridad de la dictadura, apoyaron la revolución desde su inicio, en febrero de 2011. Por eso, el rumor atribuía esos crímenes a grupos khadafistas clandestinos que querían vengarse de los “traidores”. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que los khadafistas están demasiado debilitados para montar una campaña terrorista de esa envergadura.

Se les responsabilizó también del asesinato, a finales de julio, de Abdelsalam Al-Mismari, un abogado especializado en la defensa de los derechos humanos que fue uno de los primeros en participar en las manifestaciones contra el régimen de Khadafi al prinicipio de la revolución. Pero, en este caso también, los autores podrían ser otros, ya que Al-Mismari estaba muy enfrentado con los Hermanos Musulmanes y las milicias islamistas.

Hay un cúmulo de indicios que apuntan a los grupos yihadistas, quizás vinculados a Al Qaeda en el Magreb Islámico (Aqmi). Muchos de los oficiales abatidos pertenecen a la Fuerza Aérea y a las Fuerzas Especiales, los dos cuerpos que fueron encargados por Khadafi, en 1997, de erradicar la guerrilla islamista en Libia y bombardearon sus campamentos en las Montañas Verdes. Los islamistas estarían cobrando ahora su venganza.

Hoy, los yihadistas se han instalado de nuevo en esa misma zona montañosa, al este de Bengasi. Varios testigos señalan la presencia de combatientes extranjeros en esos campamentos, sobre todo tunecinos y argelinos. Allí se da una preparación militar a los jóvenes que quieren ir a Siria, la nueva tierra de yihad, para luchar con el régimen de Bachar el Assad. Son también una reserva armada que los grupos extremistas no dudarán en activar para tomar el poder en Libia cuando se presente la oportunidad.

La Cirenaica, cuya capital es Bengasi, fue la primera de las tres provincias del país a sublevarse contra Khadafi. Y logró su liberación en pocas semanas, gracias al apoyo aéreo de la OTAN. Es además la principal zona de producción de petróleo en Libia, cuyas reservas son las más importantes de África. Y sus habitantes se sienten maltratados por el Gobierno de Trípoli, que se queda con la mayoría de los beneficios petroleros. Están aquí todos los ingredientes para crear una situación explosiva.

En Bengasi, muchos sueñan con una segunda revolución, como en Egipto, para corregir las desviaciones de la primera. Pero no hay consenso sobre los objetivos. Mientras algunos piensan en un sistema democrático abierto hacia el resto del mundo, otros quieren un Estado islamista lo más cerrado posible.

Los países occidentales, que han contribuido a derrocar la dictadura anterior, no parecen ser conscientes del riesgo. Harían bien en expresar su apoyo a los primeros antes de que sea demasiado tarde. Y deberían hacerlo con la misma firmeza que emplearon cuando bombardearon los blindados enviados por Khadafi para “castigar” a la población de Bengasi. No se trata esta vez de recurrir a la fuerza militar, sino más bien de dar un apoyo político a los que se sienten amenazados por los matones que siembran el terror en la capital de la Cirenaica.

bdgmr@yahoo.com