Asesores

Asesores
Por:
  • larazon

Gil Gamés

La noticia la puso en la plaza pública su periódico El Universal: hay 477 asesores para 26 diputados. ¿No es un poco demasiado? En casi un año y medio, la legislatura ha contratado empleados a mansalva para unos cuantos legisladores. Y luego dicen que la percepción pública es injusta con los diputados. El personal está adscrito a la Junta de Coordinación Política que encabeza el perredista Silvano Aureoles (248 personas); a la Mesa Directiva que dirige el panista Ricardo Anaya (118 personas) y el Comité de Administración (78 personas). La suma de estos empleados: 477 personas, casi la misma cantidad que el pleno camaral de 500 legisladores. ¿Cómo la ven? Sin albur.

El salario de este ejército de asesores oscila entre los 30 y los 80 mil pesos mensuales y el análisis interno sostiene que las oficinas controladas por los legisladores no tienen límite para contratar, pues la normatividad interna de la Cámara de Diputados lo permite. Asesores para todos, a la hora que digan y para hacer lo que ustedes indiquen. Gil se pregunta si tiene alma de asesor. ¿Los asesores sirven para alguna maldita cosa? Al parecer sí pues en el mundo hay cantidades de asesores, pero en realidad no, pues los diputados y los funcionarios cometen errores como si trabajaran a solas y sin dormir desde hace un año y medio.

Un asesor, según la RAE: dicho de un letrado que, por razón de oficio, debe aconsejar o ilustrar con su dictamen a un juez lego. Esta elegante definición nada tiene que ver con nuestro mundo. ¿Ven ustedes a un asesor con la mano en la barbilla reflexionando sobre el concepto de Estado o haciendo tarjetas sobre la última biografía de Max Weber? ¿O ven ustedes a un asesor estudiando las leyes secundarias?

En México los asesores sirven para sacar fotocopias, ir por los chescos, traer el sushi del diputado, organizarle una fiesta dentro de la Cámara de Senadores, responder sus llamadas, hacerle la compra del mercado a la esposa del diputado, llevar a los niños del diputado a las clases de natación, comprar el whisky del diputado, guardar los secretos del diputado: si te pregunta mi señora, tú le dices que estuve contigo en la oficina hasta las tres de la mañana y luego nos venció el sueño. El asesor mexicano en el cual se gastan millones y millones de pesos es un milusos, un valet (vulgo lacayo), un cargador, un espárring, un simulador de amigos y enemigos. Carajo, Lencho, te dije que mi torta era de pierna y ¿qué me llega?, me llega una miserable torta de jamón, por eso estamos como estamos, Lencho. El asesor sueña con llegar un día a tener asesores, ese es su sueño y máxima aspiración.

Gamés no comparte esa idea pacata de Liópez de que todos lo funcionarios deben ganar ocho pesos y vestir un traje lamparoso y cambiarle el cuello luido a sus camisas y ponerle medias suelas a sus zapatos. Pero una cosa es una cosa y otra cosa, en fon. Se trata de un gasto ofensivo y ocioso. Ahora mal: bien pensado Gilga necesita tres asesores, ¿con quién habla allá en la Cámara?

¿Hay asesoras? El trabajo que estos empleados de la República desempeñarían para Gamés sería más o menos sencillo, trabajarían de eco; sí, de eco. Gil dice: el beso de Mondragón a Murillo hizo temblar a Gamés. Y los tres asesores repiten: el beso de Mondragón a Murillo hizo temblar a Gamés. Y así: estos chilaquiles están batidos, y los asesores: estos chilaquiles están batidos. ¿Cómo la ven? Sin albur.

Gil s’en va

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Twitter: @GilGamesX