Con apenas 54 años…

Con apenas 54 años…
Por:
  • larazon

Claudia Guillén

Las migraciones humanas que se han dado a lo largo de los siglos fueron motivo de innumerables acontecimientos sociales, políticos y estéticos. Así se ha demostrado a través de diversas manifestaciones como la gastronómica en que ingredientes de una cultura se combinan con otra para lograr un platillo que deja atrás su origen “más puro” para así transformarse en un “plato mestizo”, por su sabor, que echa mano de ingredientes que provienen de diferentes latitudes del mundo.

En el cine, por ejemplo, podemos ver cómo estas culturas son representadas por magníficos actores que dan voz a esa lengua y usos que ya no son parte del presente del que migra a otro país. La cinematografía mexicana ha llevado a cabo un registro, muy afortunado, en la primera mitad del siglo XX. Como se muestra en los filmes Los hijos de don Venancio (1944), El baisano Jalil (1942), Una gallega en México (1949), escritos por Joaquín Pardavé quien naciera un 30 de septiembre pero de hace 115 años y muriera un 20 de julio de 1955.

Para muchos medio siglo de vida daría para realizar algunas cosas importantes, sin embargo, Pardavé fue ese “garbanzo de a libra” pues a pesar de morir tempranamente se desempeñó con gran fortuna en diversas disciplinas artísticas. Se trata de un personaje que, sin duda, ha sido fundamental en la cultura mexicana ya que era un hombre cargado por diversos dones: compositor, pintor, dramaturgo, guionista. Al quedar huérfano y para ayudar a sus hermanos decide irse a vivir a Monterrey, Nuevo León, en donde se desempeñó como ayudante telegrafista. Sin embargo, deja ese oficio para comenzar con su carrera artística en la Ciudad de México.

Si bien muchos de nosotros lo recordamos por aquel personaje que representaba la nostalgia de la época porfiriana Don Susanito Peñafiel y Somellera. Personaje que él mismo creó, años antes de que tomara vida en el cine, en los teatros donde se presentaba me interesa detenerme en cómo para Pardavé las diversas migraciones también marcaron su carrera fílmica. Demos un vistazo a los filmes que representan esta premisa. El baisano Jalil, relato que muestra las vicisitudes de una pareja de migrantes libaneses en México, Sara García y el propio Joaquín Pardavé, y cómo el hijo de ambos nacido en México y protagonizado por el entonces galán Emilio Tuero tiene que sortear con esas diferencias culturales que se muestran evidentes entre sus padres, —quienes han llegado a obtener un gran capital como comerciantes—y entre la clase alta de los años treinta del siglo pasado. En esta película si bien no deja de haber un humor constante también se filtra esa historia que muestra la complejidad de vivir en otro país que no es el propio y, sobre todo, la nostalgia que viste a sus personajes como una suerte de segunda piel.

De igual forma en Los hijos de don Venancio, que narra la historia de un asturiano radicado en la Ciudad de México, también comerciante, en donde Pardavé es el padre de una familia numerosa y hay una serie de conflictos por la añoranza de ese recuerdo de Asturias, España, a la que ya no volverá. Aunque también muestra la alegría de que sus hijos sean mexicanos y que uno de ellos sea futbolista de renombre, este papel lo interpretó el mismísimo Horacio Casarín. Sin dejar de mencionar Una gallega en México, protagonizada por Niní Marshall y el propio Joaquín Pardavé: la trama se desarrolla en un mercado popular en donde conviven una emigrante gallega y un carnicero mexicano. Al igual que el filme anterior, se trata de una comedia que no deja a un lado la compleja problemática de vivir en otro país que no es el propio. No olvidemos que en esos años cuarentas todavía en fiestas patrias se gritaba: “Viva México y mueran los Gachupines”, pues todavía existía esa costra de rencor añejo por la conquista de la Nueva España en manos de los españoles.

Con estas tres piezas Joaquín Pardavé dejó plasmada parte de la idiosincrasia con respecto de cómo recibimos a quienes vienen de otras tierras para encontrar un refugio ya sea económico o político en nuestro país. De igual forma, logra plasmar física y emocionalmente cómo viven aquellos que se encuentran en el destierro. El también compositor tuvo la gran habilidad de palpar con tiento ese México de exilios y tuvo el buen acierto de trasmitirlos desde un punto de vista incluyente y humano a través de sus relatos cinematográficos. Quizá esta necesidad de mostrar estos contextos surgió porque él era hijo del actor Joaquín Pardavé Bernal y Delfina Arce Contreras que se desempeñaba como bailarina, ambos nacidos en la península ibérica y que arribaron a México con la compañía teatral Betril.

La trayectoria de Pardavé es muy amplia a pesar de que murió con apenas 54 años. No tuvo descendencia y su vida transcurría entre la lectura, el teatro, la música y, por supuesto, el cine en donde participó en 105 películas y escribió 24.

Van estas líneas como un pequeño homenaje a ese hombre que desbordaba ideas cargadas por su innata sabiduría que le permitía migrar de una disciplina a otra con toda naturalidad.

Nos vemos el otro sábado, si ustedes gustan.

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