¿Cuánto nos cuesta la educación que tenemos?: La imperiosa necesidad de contar con mejores datos

¿Cuánto nos cuesta la educación que tenemos?: La imperiosa necesidad de contar con mejores datos
Por:
  • larazon

Blanca Heredia

En el año 2007, dos académicos norteamericanos, especialistas en educación —Clive R. Belfield y Henry M. Levin— compilaron y publicaron un libro —The Price We Pay— sobre las consecuencias económicas y sociales de las deficiencias de la educación en Estados Unidos.

El libro ofrece una enorme cantidad de información empírica sobre los costos sociales y económicos de una mala educación. También nos provee de análisis puntuales, agudos, bien argumentados y sustentados sobre temas centrales tales como: los beneficios de incrementar la tasa de graduación de media superior en términos de la reducción del crimen y la violencia; los costos de bajas tasas de graduación de bachillerato sobre el gasto en salud; y los costos sociales y económicos de educación que reproduce o incluso acentúa la desigualdad. Los trabajos incluidos en el libro son precisos en términos analíticos y conceptuales, y proporcionan estimaciones monetarias precisas de los costos de la mala educación, así como de los beneficios sociales e individuales de invertir en mejorar los resultados educativos en general y las tasas de graduación de media superior, en particular.

Mientras leía el libro, me preguntaba cuántos de los datos sobre los que trabajaron los autores del libro existen y/o son accesibles en México. Me preguntaba también cuántos estudios de este tipo se realizan en el país. Mi conclusión, en ambos casos, es: muy pocos. En el ámbito de la política educativa, como en tantos otros en México, sencillamente no disponemos de suficiente información confiable y/o accesible públicamente, ni de suficientes análisis sobre aspectos clave del conjunto del sistema educativo, para poder transitar hacia la formulación e instrumentación de políticas públicas basadas en evidencia.

Urge generar un acervo robusto de conocimiento empírico sobre educación y política educativa. Sin él seguiremos dando palos de ciego o imitando a otros, sin saber bien a bien si lo que copiamos aplica al contexto mexicano. El trabajo a realizar es enorme, pues faltan piezas muy básicas sobre, entre muchísimos otros: el tamaño del universo educativo (número de maestros frente a aula tanto a nivel nacional, como su distribución en las distintas entidades federativas); los actores y su desempeño (quiénes son nuestros maestros, directivos, supervisores, y de cuáles indicadores disponemos para medir su desempeño); así como sobre la operación efectiva de las reglas que regulan el sistema educativo.

Se ha avanzado mucho en todo esto en años recientes, gracias al trabajo de académicos, analistas, organizaciones civiles, el INEE, así como de algunos periodistas y funcionarios gubernamentales, pero falta todavía muchísimo por hacer. Baste al respecto, un solo ejemplo, cuyos efectos, por cierto, han elevado enormemente el costo de transitar por la ciudad de México: ¿Dónde están los soportes empíricos que nos ofrezcan estimaciones robustas acerca del impacto de la calidad docente sobre el logro educativo para el caso mexicano? Urge interesarse por temas como éstos y urge invertir en contar con datos duros que nos permitan debatir y actuar desde un piso un poco más sólido.

bherediar@yahoo.com