Defensores insolidarios

Defensores insolidarios
Por:
  • armando_chaguaceda

Él es un abogado cubano y se desempeña como defensor de pueblos indígenas en una reconocida ONG de Derechos Humanos (DDHH) mexicana. Ella es una activista salvadoreña, dedicada a defendera compatriotas amenazados. Ambos poseen un claro historial de compromiso con causas sociales justas, por el que han pagado un precio personal. Él vive fuera de su tierra natal; Ella sufre cada día en el peligro de ser eliminada por los poderosos de su país.

A ambos, sin embargo, les une una lamentable cualidad: su incapacidad para reconocer la legitimidad de reclamos de quienes no comparten su visión del mundo. Y, de la mano, son insolidarios ante cualquier denuncia nacida de actores que consideran “de derecha”. Entienden los DDHH desde una perspectiva restringida, marcada por la lógica binaria amigo/enemigo. Que deja poco espacio a la condición de víctima, central para evaluar el estado de la cuestión en cualquier rincón de este mundo.

Con él he sostenido más de un debate, tratando de cuidar una añeja amistad.

A ella la conocí por sus críticas expresadas a la editora de una ONG internacional, quien nos había entrevistado a ambos para testimoniar la situación de los DDHH en nuestros países. Él —inmerso en los nuevos movimientos y luchas sociales— y ella —antigua guerrillera— no reconocen que en Cuba están ausentes las condiciones que permiten existir a ONG como las que les dan acogida y sustento. Alegan que en la isla “no se mata a nadie”, cuando allí el asesinato civil y, en ocasiones, la muerte física -en prisión o derivada de actos represivos y salidas ilegales- son deudas de un Estado impune y sin contrapesos. Hablan de conquistas sociales cuando son notorios su estado deplorable y la imposibilidad de fiscalizarlas y defenderlas, precisamente por el orden autoritario vigente en la Isla.

Repudiar a los genocidas de ARENA o los corruptos del PRI no equivale a invisibilizar las miserias de los Castro. Rechazar políticas neoliberales no implica cerrar los ojos ante las violaciones de DDHH de gobiernos (mal) llamados progresistas. La democracia se defiende huyendo de falsas equivalencias y solidaridades mecánicas. Y la libertad está amenazada allí donde haya una sola víctima violada en sus derechos.

Los DDHH (todos) constituyen el léxico y la lucha progresista del nuevo siglo. Sólo desde allí —y no tras los barrotes de complicidades y dogmas— vale la pena defender la ideología propia. Él y ella seguirán promoviendo sus agendas, con las que seré solidario. Lástima que los defensores de DDHH cubanos apenas recibirán, de su parte, la diatriba incoherente y el silencio cómplice.