El desgaste de la canciller

El desgaste de la canciller
Por:
  • Martin-Vivanco

Desde el inicio del mandato de Donald Trump, mucho se ha hablado del enorme poder que se trasladó a Angela Merkel como lideresa mundial. En los últimos meses el liderazgo nacional de la mandataria estuvo al borde de la crisis. Sin embargo, sorteó los obstáculos y dio un paso institucional que posibilitará una renovación generacional y un cambio social, aun a costa de su propia figura. Veamos.

Después de meses de reticencia de los Verdes y del partido liberal (SPD) de formar una coalición de gobierno con la CDU de Merkel, finalmente se concretó una alianza sólo con la SPD. La izquierda cobró caro el apoyo electoral, pues culpan a la última alianza de la disminución de los votos recibidos en los comicios más recientes. De confirmarse esta alianza, Angela Merkel encabezará un gobierno con una minoría de las carteras del gabinete, incluyendo la cesión de ministerios clave como el de Finanzas y el de Relaciones Exteriores.

A pesar de pactar una alianza que aparentemente la debilita, Angela Merkel ha mostrado, una vez más, su talento político. La política se trata de eso. De encontrar los compromisos aceptables para lograr los mejores escenarios posibles. Las concesiones con la SPD le dan estabilidad a un liderazgo amenazado.

La amenaza, Merkel lo sabe bien, tiene poco que ver con los resultados de su gobierno y mucho con la circunstancia en la que se desenvuelve. Por un lado, la alianza entre izquierda y derecha parece haber diluido las ideologías de cada uno de los partidos. Los alemanes parecieran estar cansados de una estrategia de mantenimiento del poder por el poder y extrañan la identificación ideológica con sus partidos.

Al mismo tiempo, los liderazgos marcadamente jóvenes que se han hecho del poder en países vecinos, tanto en Francia como en Austria, imprimen de urgencia a la necesidad de participación de rostros nuevos en la política. La CDU y la SPD representan a la clase política de siempre, con un promedio de edad mayor a los 60 años en ambos frentes. Merkel no puede competir en esta arena.

Como es común en todos los espacios de poder, los beneficiarios de este contexto han leído su momento. Andrea Nahles, de 47 años se ha convertido en la primera mujer en encabezar a la SPD y Kevin Kuehnert, de tan solo 28, ha emprendido un ataque a la alianza con la derecha. Pero también en la derecha parece haber dado inicio el cambio generacional: Jens Spahn, de 37, ya suena para ser el sucesor de Merkel como cabeza del partido. De esta manera, los cambios generacionales empiezan a encontrar asidero en los espacios institucionales.

Y así, el sistema político alemán se muestra nuevamente como una máquina de pesos y contrapesos que lo mismo permite equilibrios estables, que renovaciones ordenadas y fundadas de sus liderazgos. Porque por muy admirable que haya sido la canciller de hierro, lo cierto es que en democracia, se trata de las instituciones, no de las personas. Las características del sistema exigen una renovación orgánica y paulatina de las personas en el poder, sin permitir que ninguna lo ocupe por mucho tiempo, ni que nadie se apropie de él. Ni siquiera alguien tan admirable como Angela Merkel.