El chantaje de Cuba

El chantaje de Cuba
Por:
  • larazon

Bertrand de la Grange

¿España, cómplice de un crimen cometido por la dictadura cubana contra un prestigioso líder de la oposición democrática en la isla, Oswaldo Payá? Esa gravísima acusación se ha colado en las portadas de algunos medios, en Europa y en Estados Unidos, a raíz de las declaraciones de Ángel Carromero, el joven político español que conducía el vehículo donde murió el dirigente del Movimiento Cristiano Liberación (MCL) en julio del año pasado.

En la entrevista publicada el lunes por el diario español El Mundo, Carromero asegura que Payá “salió vivo del accidente” y que fue asesinado posteriormente por “los servicios secretos cubanos”. La tragedia ocurrió en un lugar apartado de la isla, cerca de la ciudad de Bayamo: “Un vehículo azul comienza a perseguirnos, […] nos embiste por detrás y nos saca de la calzada”. Su interpretación política: “Decir que se trató de un accidente e inculparme fue una coartada perfecta para ocultar la muerte del único opositor que podía liderar la transición democrática en Cuba”, agrega.

Esta versión se aparta sustancialmente de la declaración que el propio Carromero prestó ante las autoridades cubanas en el momento de los hechos. Ante el tribunal que lo condenó a cuatro años de cárcel por homicidio imprudente, no acusó a la seguridad del Estado de haber matado a Payá. Ahora dice que su abogado español le aconsejó que aceptara la versión oficial del “exceso de velocidad en una zona en obras”. Esto facilitaría luego su traslado a Madrid para cumplir la condena. Y así fue. Cinco meses después del accidente, Carromero fue devuelto a España, donde obtuvo rápidamente su liberación a cambio de un control telemático sobre sus movimientos.

¿Hubo un pacto de silencio entre los dos gobiernos? Veamos los antecedentes.

Carromero pertenece a Nuevas Generaciones, la organización juvenil del Partido Popular (PP, actualmente en el poder) y había ido a Cuba para apoyar a la disidencia. Le acompañaba el sueco Aron Modig, presidente de la Liga Juvenil Cristianodemócrata de su país. “Les llevamos 8,000 euros, medicinas contra el cáncer […]”, cuenta el español.

Todo esto lo sabía la policía política cubana, y no cabe la menor duda de que los dos europeos fueron vigilados apenas aterrizaron en La Habana. Oswaldo Payá estaba en la mira del régimen, que nunca le perdonó su exitosa campaña por recolectar más de 11,000 firmas a favor de la democratización de la isla —el Proyecto Varela— y presentarlas, en marzo de 2002, ante el Parlamento cubano. Esa iniciativa sin precedentes hizo que Payá fuera galardonado ese mismo año por el Parlamento Europeo con el Premio Sajarov de los derechos humanos.

Payá era objeto de amenazas constantes y de “actos de repudio” delante de su casa. Incluso fue víctima de varios intentos de atropello en la calle. A diferencia de las dictaduras latinoamericanas del siglo pasado, el régimen cubano ha desarrollado métodos represivos más sofisticados. Sin renunciar a la eliminación física de sus adversarios, los Castro prefieren el asesinato a cámara lenta, que consiste en hacer la vida imposible a los inconformes o mandarlos a la cárcel por largas temporadas. Sin embargo, se les fue la mano más de una vez, como cuando ordenaron el derribo, en 1996, de dos avionetas de Hermanos al Rescate, la organización que ayudaba los balseros cubanos en su travesía arriesgada hacia los Estados Unidos.

Como claman los defensores del régimen castrista, Carromero no ha presentado una sola prueba de que la muerte de Payá y de su acompañante, el líder juvenil del MCL, Harold Cepero, fuera el resultado de una operación montada por la policía política. Sin embargo, no se podrá llegar a ninguna conclusión definitiva mientras La Habana no permita una “investigación creíble”, como la que piden Estados Unidos y varias organizaciones (el Centro Robert Kennedy para la Justicia y los Derechos Humanos exige la anulación del juicio porque estuvo “plagado de irregularidades”).

En cambio, España mantiene un silencio sospechoso. “No tengo que añadir nada sobre ese asunto”, dijo el primer ministro Mariano Rajoy. Y su ministro de Exteriores no dudó en recordar que Carromero había avalado la versión oficial cubana. Como si no supiera del chantaje al cual estuvo sometido el joven político durante su detención en la isla.

Ahora bien, ¿por qué tardó tanto Carromero en aportar su nueva versión? No está de más recordar que ya en marzo pasado el militante del PP había declarado al diario The Washington Post que su juicio había sido “una farsa” y que su vehículo fue embestido por detrás. ¿Por qué no dijo entonces que Payá había sido asesinado por la policía política? Contesta en su entrevista a El Mundo: “Me pidieron (su partido) que me quedara callado por patriotismo y que asumiera mi culpabilidad”.

No sé si dice la verdad. Pero puesto a escoger entre la palabra de una dictadura implacable y la denuncia de una de sus numerosas víctimas, me quedo con esta última. Lo más lamentable es que el Gobierno español parece inclinarse por la otra opción.

bdgmr@yahoo.com